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El tipo de cambio a la deriva

Eduardo Barajas Sandoval
19 de julio de 2013 - 11:00 p. m.

En los últimos años el país se vio abocado a una revaluación que torno deficitaria la balanza de pagos y desplazó la industria y la agricultura. A esto se adiciona ahora una enorme inestabilidad. Las empresas no saben si sus planes deben proyectarse con devaluación o revaluación.

Los acontecimientos recientes revelan que el control sobre el tipo de cambio del país pasó a la Reserva Federal. El anuncio de Bernanke de desmontar la emisión monetaria para inflar los precios de los activos provocó una devaluación que no se había podido lograr durante nueve años. Luego la aclaración de que él había hablado como académico y no como funcionario provocó la revaluación en la última semana. Si bien los discursos se han moderado y rectificado, el mensaje no tiene reversa. El alza de la tasa de interés de largo plazo y la baja de los precios de los bonos en Estados Unidos, con sus respectivas repercusiones en los países emergentes, vinieron para quedarse. Aun así, no se advierte ninguna respuesta del Emisor.

A la incertidumbre se agrega el índice Big Mac. El índice muestra que el precio de la hamburguesa ajustada por el tipo de cambio corriente iguala al de los Estados Unidos, y se interpretó como una evidencia de equilibrio cambiario. Se equivocan. La metodología empleada por el Economist para el cálculo está fundamentada en el supuesto de que los países se especializan en los bienes de ventaja comparativa, entre los cuales se encuentra la hamburguesa. Como tal premisa no es cierta, la igualdad de los precios del Big Mac no resuelve nada. Como lo he demostrado en varios libros, el tipo de cambio depende mucho más de otros bienes más complejos y de amplia la demanda mundial que el país tiene que producir para equilibrar la balanza de pagos y emplear los factores disponibles de producción. En este sentido, es posible afirmar que el tipo de cambio se encuentra altamente revaluado.

Todo esto confirma que las políticas no dan los resultados provistos y los diagnósticos no reflejan la realidad. Parte de la explicación radica en la organización del Banco de la República que le da prioridad a la inflación sobre cualquier otro objetivo y tiene como elemento central el tipo de cambio flotante. La modalidad ha fallado sistemáticamente en su propósito de sostener y estabilizar el tipo de cambio. Se ha cumplido el designio de que no es posible fijar el tipo de cambio, mantener el control monetario y darle rienda suelta a la inversión extranjera. 

Las condiciones se han enrarecido por las nuevas prácticas de intervención de la Reserva Federal en el mercado cambiario de fijar la tasa de interés de referencia en cero y adquirir los activos financieros para influir la tasa de interés de largo plazo. En el fondo, Estados Unidos determina los movimientos de capitales; cuando su tasa de interés es cero el peso tiende a revaluarse, cuando es positiva ocurre lo contrario, y en ambos casos la modalidad flexible valida y refuerza las expectativas. El antídoto a la intromisión externa es el sistema de cambio fijo ajustable, o si se quiere la adquisición de divisas sin limitación monetaria, y el freno a la inversión extranjera con encajes o depósitos. 

En este contexto, el tipo de cambio contribuiría a morigerar el desmantelamiento de las actividades transables que viene de tiempo atrás y se acentuó con los TLC, a tiempo que contrarrestaría la inestabilidad externa. Lo que no puede lograr el tipo de cambio es la protección y el desarrollo industrial y agrícola. Esta tarea requiere de estrategias selectivas, basadas en aranceles, subsidios e investigación tecnológica, y orientadas a propiciar las actividades de mayor complejidad que pueden ser elaboradas más fácilmente en el país. 

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