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El último inquisidor

Luis I. Sandoval M.
22 de abril de 2014 - 04:00 a. m.

La pretendida muerte política de Gustavo Petro, Alcalde Mayor de Bogotá y destacado dirigente progresista, está dando lugar a novedosas explicaciones contextuales y discursivas.

Entre ellas sobresale por su rigor la que ofrece en El Último Inquisidor Jorge Andrés Hernández, profesor de filosofía política en las Universidades de Antioquia (Colombia) y Popular de Maguncia (Alemania). Lo nuevo no está tanto en la tesis misma cuanto en su documentada fundamentación.

Podemos compartir muchos ciudadanos y ciudadanas con Hernández que, en el caso Petro y en otros como los de Piedad Córdoba y Alonso Salazar, las sanciones impuestas por el Procurador General, Alejandro Ordóñez, no obedecen estrictamente a derecho sino a sus ideas de un catolicismo fundamentalista extemporáneo. Lo afirma así Hernández en varias partes de su libro: “En lugar de defender los intereses constitucionales, los de todos, los de la sociedad, Alejandro Ordóñez pretende que su ideología personal confesional y católica se convierta en política de Estado” (págs. 44, 106, 110, 138).

El mismo Petro en el prólogo resalta: “En este libro se demuestra que las convicciones religiosas del Procurador General de la Nación determinan, de modo sustancial, una concepción del derecho dispuesta a sacrificar la Constitución y las leyes, así como la voluntad popular democrática, en nombre del derecho divino” (p.20).

Demostrar que así procede Alejandro Ordóñez en el ejercicio de funciones públicas es lo que el autor hace en 157 páginas refiriéndose al contexto histórico y cultural: cristianismo medieval y modernidad, Ordoñez fundamentalista católico, Ordóñez discípulo de Marcel Lefebvre, Ordóñez monarquista y carlista, Ordoñez un cruzado contra la democracia liberal.

El repaso detallado de los antecedentes y convicciones del funcionario le da mucha fuerza a la demostración, pero es el propio Procurador Ordónez el que declara y ratifica con qué inspiración y lógica procede en sus decisiones: “Todo puede sintetizarse en el siguiente grito: NADA SIN DIOS” (p.59); “Llevo en mi alma y en mi corazón un cruzado (...), hay que luchar por Dios, por la Patria y el Rey”(p. 106); “Vemos, pues, que lo que debe contar no es la voluntad popular, sino la voluntad de Dios” (p.126); “Los regímenes modernos, llámense (sic) democracias o no, se consideran con derecho a absorver (sic) todo el hombre, no hay dignidad humana que resista frente a la mitad más uno o al menos los dos tercios, mas el único totalitario es CRISTO REY. A él (sic) están sujetos todos los hombres (…). En su nombre y no en otro nombre de cosa humana, por digna que esta (sic) sea, se debe rechazar el mito de la voluntad popular creadora del derecho. La democracia moderna tiende siempre al comunismo” (p.128).

El problema político central, a través de la “anomalía constitucional” que representa Ordóñez, consiste en que, en el fondo, lo que se pretende es abolir la separación entre la Iglesia y el Estado lo cual no solo contradice el abecé de la teoría democrática moderna sino la propia doctrina y práctica actual de la Iglesia Católica (Vat.II.GS.76).

El libro del profesor Hernández es una importante contribución al estudio de las mentalidades conservaduristas y retardatarias que aún subsisten en el país. Confirma este trabajo la observación del historiador Uruguayo Fernando López D´Alesandro quien, de paso por Bogotá hace pocos días, sostenía: “Colombia tiene las élites más resistentes al cambio en toda América Latina”.

Hernández hace ver que no es un simple rifirrafe lo que se ha producido entre Ordoñez y Petro, es algo de mucha más hondura y gravedad que, creo, va a desatar una ola de agitación política por ahora imprevisible.

lucho_sando@yahoo.es / @luisisandoval

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