Elecciones en Ecuador y proceso con el Eln

Columnista invitado EE
19 de febrero de 2017 - 03:00 a. m.

Los resultados de las elecciones en Ecuador, que comienzan con la primera vuelta este domingo, no deberían afectar, sea cual sea el resultado, el proceso de paz con el Eln. En efecto, todo invita a pensar que, en segunda vuelta, será el candidato oficialista, Lenín Moreno, el que se imponga a quien fuera presidente ejecutivo del Banco de Guayaquil y opositor de Rafael Correa, Guillermo Lasso.

Atrás quedaron, en el ostracismo, los años de la “Operación Fénix” y los años de descomposición de la región andina, cuando Álvaro Uribe entendía que la única forma de solucionar el conflicto armado interno era con la política de “mano dura”, con apoyo estadounidense y sin mecanismos de cooperación reforzada con sus vecinos regionales. Por suerte, la llegada de Juan Manuel Santos y la normalización del diálogo con Hugo Chávez y Rafael Correa dio rápidamente sus frutos en cuanto al favorecimiento de avanzar en un diálogo de paz con las guerrillas colombianas.

Es de esperar que, sea cual sea el resultado, haya coherencia con la política de protagonismo regional que Ecuador ha llevado a cabo en los últimos años y con la cual su participación directa como país garante y primera sede de la negociación con el Eln sirve de perfecto corolario. Y es que, haya o no continuidad en el correísmo, no debiera llevar a repensar el papel de Ecuador al respecto. Puede debatirse la posición con la OEA o la Alianza del Pacífico (de vencer Lasso) o la preferencia por el regionalismo posliberal de Unasur o la Celac. Sin embargo, parece poco posible que se cuestione su participación en la desactivación de un conflicto que también lo ha afectado, por ejemplo, en forma de desplazamiento forzado, y con el que lleva colaborando, en los contactos informales, desde hace cuatro años.

Más importante es que el nuevo presidente entienda la necesidad de relanzar la región Andina como espacio de cooperación intergubernamental y, en lo particular, en relación al (pos)conflicto armado colombiano, pensando en el diseño de políticas de cooperación transfronteriza con las que desincentivar la economía ilícita que afecta, en forma de cultivo ilícito y minería ilegal, a Nariño y Putumayo, en la frontera compartida.

La posibilidad de participar política y diplomáticamente en la superación del conflicto armado más longevo de América Latina otorga un protagonismo, una visibilidad y un compromiso por la paz que, en inicio, ninguno de los candidatos en liza dejará pasar, pues hace parte más de lo que debiera esperarse de una efectiva política de Estado que de una oportunista política de gobierno.

* Doctor en ciencias políticas de la Universidad Complutense de Madrid y profesor de la Universidad EAN.

 

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