Empanada bailable

Madame Papita
28 de abril de 2017 - 04:30 a. m.

Cada departamento, cada pueblo, cada tienda de barrio tiene la receta de la “mejor” empanada. Desde las masas hasta los rellenos se convierten en un producto único y ganador para cualquier negocio en el país. Conocidas como las de tacón alto, las rellenitas, las chinas, las de papita, hojaldradas o de maíz; una empanada siempre será la felicidad de un bocado para el hambre, al cual si le suma una salsa de ají o limón encontrará la felicidad. 

No es cuestión de edad ni de región, todos los colombianos tenemos en nuestra cabeza una picada con cervezas, una fiesta de amigos y hasta el bazar del barrio con las empanadas. En mi vida la empanada es fundamental, es de esos recuerdos que me llevan a mi infancia y a mi época de universidad en un solo mordisco. Soy conservadora debo reconocerlo, adoro las empanadas de carne y papa de la calle, las de queso costeño y las de pipian. 

El éxito de las empanadas que son fritas, sin dudarlo, es el aceite. La temperatura hace que el crocante del mordisco sea un placer, el desastre del mordisco grasoso es espantoso. Mientras que en el caso de las empanadas horneadas es encontrarle el tostado perfecto. 

Mis recomendados de hoy, como es de esperar, son algunos lugares que de verdad para mí tienen de las mejores empanadas que me he comido. 

Los tronquitos en Bogotá: Sus empanadas de pipian con ají de maní son adictivas. Pero aún mejor si están en Popayán pasarse por Mora de Castilla O Camino Viejo. 

El Kiosco Golosinas en Cedritos, Bogotá: Literalmente creció con el barrio (seguro las conoce @mitiatere), empezó como un negocio de una talentosísima ama de casa y hoy es un referente en la ciudad de empanadas y postres. 

Restaurante Las Margaritas en Bogotá: Un clásico de comida colombiana que ha conservado su receta de empanadas con el paso de los años, de lejos lo mejor que tienen. 

Empanadas de Camarón en el aeropuerto de Riohacha: Eran un mito urbano para mí hasta que las probé. Vale la pena llegar 30 minutos antes para poder comerse un par. 

Antes de despedirme, quiero dedicar este espacio a mi compañero de crímenes gastronómicos, de investigaciones callejeras y experimentos culinarios. Juan Pablo me enseñó a dejar el asco guardado en un cajón y a amar la comida de la calle. Cuando me invitaron a este espacio fue mi primer “asesor”, mi guía en Bogotá y la memoria viva de los lugares que visitábamos. Barriga llena y corazón contento es el recuerdo que me llena de dicha desde el sábado pasado, cuando me dejó la tarea de seguir sola comiéndome el mundo. Entendí que el amor por la comida y el buen vivir sí son la regla de mi vida. Amor eterno para el rey de la empanada.

#MadamePapita

 

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