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En esta vida y en la otra

Nicolás Rodríguez
15 de agosto de 2015 - 03:34 a. m.

Además de colombiano, empresario de entuertos y clásico narcotraficante ochentero, de los de rumba pesada, alharaca y violencia varonil, ¿qué se supone que era Carlos Lehder cuando lo sentenciaron a cadena perpetua y 135 años de prisión? Lo de roquero nazi que se emparranda en llanto por la muerte de John Lennon era una extravagancia. Vale. ¿Pero 135 años para después de la cadena perpetua? ¿Cuál era la idea? ¿Matar al muerto?

El dato no es ningún despropósito periodístico, como cuando se titula que entre los 12 muertos que hubo en el accidente, cuatro son de suma gravedad. El juez federal Howell W. Melton fue enfático en que se le estaba mandando un mensaje claro a la sociedad: hay que exterminar “este cáncer”. Y no lo decía por el reguero de violencia que desató el Cartel de Medellín. O por la limpieza social que ya profesaba en sus diatribas. Se refería en cambio a la importación a los Estados Unidos de 3,3 toneladas de droga desde las Bahamas. Un delito tan imperdonable en Estados Unidos como en China.

La defensa alegó que la sentencia excedía el máximo permitido bajo el tratado de extradición firmado entre Colombia y Estados Unidos, pero pudo más la lógica bíblica de los gringos: que pague en esta y otra vida. Por lo mismo no es extraño que después de colaborar con la justicia estadounidense poco importe si le cumplieron o no lo pactado. El ministro Yesid Reyes, usualmente tan progresista, no tardó en encogerse de hombros (“Es un caso que deberá resolver con la justicia de ese país”).

Después de todo en su carta a Santos no parece muy arrepentido. Es más, alardea de alquimista (el que transforma la coca en oro) y no pide ningún tipo de perdón presidencial. “¿Por qué habríamos de compadecernos con la historia de su padre?”, le preguntan a la hija. “Porque también tiene derechos”, responderán sus abogados.

 

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