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Escuela Obama de África

Nicholas D. Kristof
02 de marzo de 2009 - 03:00 a. m.

CAMPAMENTO DE REFUGIADOS Djabal, Chad. Después de que Barack Obama fue elegido presidente de Estados Unidos en noviembre, los refugiados de Darfur en esta localidad estaban tan emocionados que estallaron en bailes y cantos espontáneos.

Poco después, los refugiados le cambiaron el nombre a la Escuela N° 1 que está en este polvoriento campo a Escuela Obama. Es un patético edificio de ladrillos de adobe con techo de estaño, y las ventanas son hoyos en los muros, pero está enmasillada con la esperanza de que Obama pudiera ayudar a ponerle fin a la larga matanza e inestabilidad en Sudán.

Pronto, vamos a ver si esas esperanzas están justificadas. El miércoles siguiente se espera que la Corte Penal Internacional emita una orden de aprehensión para el presidente de Sudán, Omar Asan al-Bashir, por crímenes en contra de la Humanidad en la región de Darfur.

Eso sería histórico; la primera vez que el tribunal habría pedido el arresto de un jefe de Estado en funciones. Sería la afirmación más clara en el sentido de que, en el siglo XXI, el asesinato masivo ya no es una de las prerrogativas de un gobernante.

Ha existido inquietud en cuanto a que si Bashir es expulsado, termine por descargarse con la expulsión de trabajadores humanitarios o que el frágil acuerdo de paz entre el norte y el sur de Sudán se venga abajo. Esos temores son exagerados. Una y otra vez, Bashir ha respondido a la presión y el escrutinio mejorando su conducta e incrementando su cooperación con Naciones Unidas y países occidentales.

Es cierto que el lema “Salven a Darfur” debería ser concebido nuevamente como “Salven a Sudán”. El norte y el sur de Sudán probablemente van en camino a una reanudación de su brutal guerra civil, la misma que mató a dos millones de personas hasta que se alcanzó una frágil paz en 2005. No obstante, si bien el salvamento de Sudán hace que surjan desafíos inmensos y sumamente complicados, Bashir forma parte del problema, al tiempo que la rendición de cuentas forma parte de la solución.

En cualquier caso, Luis Moreno Ocampo, el nacional argentino que funge como fiscal en jefe de la Corte Penal Internacional, está en lo cierto cuando dice: “La pregunta no es qué hará el presidente Bashir. La pregunta es qué harás tú”.

Si Obama necesita inspiración, puede volver la mirada a Francia, que ha demostrado que las personas ajenas pueden marcar una diferencia. Cuando estuve en esta región fronteriza entre Chad y Sudán en 2006, milicias yanyauid patrocinadas por Sudán estaban en una ola destructiva a través de aldeas de africanos negros en Chad, matando y violando. En las últimas fechas, la seguridad general ha mejorado enormemente, en buena medida debido a que el presidente francés, Nicolás Sarkozy, encabezó un impulso por insertar una fuerza militar de Europa. Fue una solución desordenada, ya que Chad es corrupto y autocrático, pero al menos los cielos ya no están grises por el humo de aldeas en llamas.

En ese viaje allá en 2006, conocí a Abdulá Idirs, joven agricultor al cual las milicias yanyauid (‘bandidos a caballo’) le acababan de sacar los ojos. La mutilación me desgarró el corazón, particularmente cuando vi a la niña de cinco años de edad de Abdulá viendo la cara de su padre con repulsión, viendo un monstruo.

En este viaje, busqué a Abdulá y lo encontré viviendo con su familia en un campamento para gente desplazada. Su hija y su esposa lo conducían por el lugar, tomándolo de la mano. La seguridad ha mejorado en la medida suficiente para que, incluso, unas cuantas personas estén regresando a sus aldeas desde estos campamentos.

¡Quítense el sombrero ante Francia! Hay miles de problemas con el destacamento, pero es mucho mejor que quedarse parado mientras las milicias les sacan los ojos a los hombres.

Para mala fortuna, las condiciones siguen siendo de desesperación dentro de las fronteras de Sudán. Esta semana, desde Darfur se filtró la noticia de que dos trabajadores humanitarios más habían muerto a balazos, aparte de los 11 asesinados y cuatro más que siguen desaparecidos desde 2008. Con base en conteos de Naciones Unidas, el número de ataques violentos en contra de trabajadores humanitarios casi se duplicó en 2008 en comparación con el año previo.

Sin embargo, aún hay un rayo de esperanza: hay susurros en la polvorienta capital sudanesa, Jartum, en el sentido de que otros líderes sudaneses están pensando en expulsar a Bashir del cargo si efectivamente se emite la orden de aprehensión.

En la Escuela Obama, aquí en el oriente de Chad, los refugiados están esperando para ver si el nombre de la institución respaldará con determinación a la Corte Penal Internacional. Yo apuesto a que él lo hará. En el último Congreso, tres de los defensores más firmes del pueblo de Darfur eran los senadores Barack Obama, Joseph Biden y Hillary Rodham Clinton, al tiempo que una de las mayores promotoras de una acción en Sudán era Susan Rice, quien actualmente es embajadora ante Naciones Unidas. (Ella aterra a oficiales sudaneses; láncenla en paracaídas a Jartum y toda la dirigencia sudanesa podría rendirse).

En el ínterin, la administración Obama está acometiendo una revisión de la política hacia Darfur, y está siendo codirigida por Samantha Power, asesora de la Casa Blanca, cuyo soberbio libro, Un problema salido del infierno (A problem from hell), cataloga todas las formas como políticos estadounidenses han encontrado excusas para evitar una confrontación de genocidio pasados.

Los estudiantes en la Escuela Obama no tienen sino la esperanza para mantener lo avanzando. No hay que decepcionarlos.

*Columnista de ‘The New York Times’, dos veces ganador del Premio Pulitzer. c.2008 - The New York Times News Service.

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