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Espiritualidad e indicadores

Jaime Arocha
28 de diciembre de 2011 - 11:00 p. m.

Luego de la procesión acuática que el 8 de diciembre la gente afrocolombiana de Hormiguero le hizo a su patrona, la Virgen de la Inmaculada, el padre Carlos Rivadeneira y su diácono celebraron una misa campal.

La feligresía cantó “Somos los peregrinos que para el cielo vamos (…)”, entre otros himnos corrientes en las iglesias de barrio. Antes de la invocación a la paz, los asistentes se tomaron de las manos y cerraron los ojos en un gesto reminiscente al del trance que alcanzan los deudos cuando cantan el alabao que despide a la persona muerta en la última noche de su novena. Terminada la eucaristía, los celebrantes se fueron en la camioneta de la Policía. Varias de las organizadoras habían circulado recogiendo el nombre, número de teléfono celular, correo electrónico y firma de los congregados en la playa. Pese a haber sido los asistentes más entusiastas, quedaron excluidos los jóvenes que a lo largo del recorrido por el río Cauca se habían dedicado a echarles agua a los balseantes. Con todo, quedó cuantificada la participación de la feligresía para que, si llegara a ser necesario, las entidades evaluaran el efecto de sus inversiones culturales y los clérigos, el de su apostolado.

Los índices fueron objeto de especial atención a lo largo del año en honor a la gente de ascendencia africana que está a punto de terminar. El presidente Santos lanzó el programa Afrounidos para corregir los vacíos por el incumplimiento de los Objetivos del Milenio entre afrocolombianos, raizales y palenqueros, según las revelaciones de los informes tanto del Programa de Desarrollo de las Naciones Unidas, con la coordinación del sociólogo Gustavo de Roux, como del “Sistema de indicadores María Matamba con enfoque de derechos, género, étnico y sensitivo cultural en las áreas de educación, productividad y desarrollo económico, participación ciudadana y política, y violencia basada en género para población”. Sin embargo, a propósito de fiestas como la de la Inmaculada, quedan flotando interrogantes sobre el papel que la elaboración de indicadores podría tener en la burocratización de la espiritualidad afrocolombiana y la homogenización de los ritos religiosos. Es posible que la primera crezca con la desaparición del apoyo local de las celebraciones y sea reemplazado por la gestión cultural ante las agencias estatales o de la cooperación internacional. La segunda, a medida que la labor de oficiantes ancestrales como han sido síndicos y síndicas se desvanezca por la mayor intervención de la ortodoxia religiosa que corrige a quienes rezan “Críeleson” en vez de “Kyrie eleison”, o rechaza a las vírgenes sensuales que han tenido la costumbre de celebrar con sus parejas a punta de biche, sean ellas señores nazarenos o ese San Antonio de quien Gualajo dice: “Yo lo vide yo lo vide/ Y en una playa bañando/ Yo lo vide yo lo vide/ Con el Niñito en la mano/ Yo lo vide yo lo vide/ Yo lo vi después bailando/ Yo lo vide yo lo vide/ El Niño estaba llorando/ Yo lo vide yo lo vide”.

Hasta ahora, la espiritualidad de afrocolombianos, raizales y palenqueros le ha hecho el quite a la ortodoxia. Seguro, también ideará indicadores que no la desvirtúen.
 

 

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