Notas al vuelo

Exceso de velocidad

Gonzalo Silva Rivas
28 de febrero de 2017 - 09:00 p. m.

El negocio de las empresas de alquiler de autos –en el que el turismo ejerce como impulsor estratégico– cuenta con un amplio horizonte para expandirse dentro del país, pero una suma de factores le tiene puesto tanto el ojo, como el freno de mano. Hace algunos años, los precios de la gasolina, la competencia del transporte público y los niveles de inseguridad le respiraban en la nuca y atajaban su crecimiento. Hoy, junto a esos viejos ingredientes, otras amenazas se ciernen sobre el sector.

La informalidad o ilegalidad en el servicio se desborda por el país, sin que exista presencia de autoridad alguna. Centenares de empresas de garaje se vienen tomando las principales ciudades y le abren boquete a las finanzas de las formales –particularmente las de origen local, más sensibles dentro del mercado que las multinacionales–, que cumplen con obligaciones tributarias, laborales y sociales, aportan IVA, disponen de Registro Nacional de Turismo y garantizan pólizas de seguros a los usuarios.   

Las empresas fantasmas incumplen con todo lo anterior, cambian con frecuencia de domicilio, utilizan vehículos inapropiados, abaratan precios, piratean turistas en inmediaciones de aeropuertos y hoteles, y rebosan los reportes de fraudes a las aseguradoras y de estafas a los pasajeros. Pero ni el Gobierno nacional, a través de los ministerios competentes, le mete el hombro al asunto para regular el tema, ni las alcaldías menores sancionan a los infractores, buena parte de ellos particulares asociados para prestar servicio con carros de uso doméstico.  

El pico y placa es otro componente que se encadena a los problemas que afectan a esta modalidad comercial, en la que los automóviles –muchas veces adquiridos con sistemas de financiación– son activos de capital y herramientas de trabajo. Pese al lobby adelantado en sus inicios, no fue posible que se le excluyera de esta camisa de fuerza impuesta a la movilidad en Bogotá, extendida luego a otras capitales como Medellín, Cali, Cartagena y Santa Marta. La restricción a los vehículos de alquiler acabó con parte de la clientela y obliga a tener ociosa una inversión que representa pérdidas económicas hasta del 35 por ciento.

Para turistas y ejecutivos extranjeros la medida cae como baldado de agua fría. Carece de sentido tomar en alquiler vehículos que deben guardarse en parqueadero dos o tres veces a la semana. En viajes de turismo o de negocios, con planes de días contados, las posibilidades de desplazamiento por los sitios de destino se hacen ciertamente complicadas y dificultosas.

Ciertas empresas, como ABC, se vieron obligadas a incrementar su flota para enfrentar los cambios de placa, y a asumir los costos de los días restringidos con promociones que buscan estimular el uso del servicio. Otras como Avis –que tiene oficinas por el mundo y lidera en Colombia el mercado de extranjeros– acudieron a tarifas preferenciales para sostenerse, y le agregaron la búsqueda de opciones creativas en la programación de actividades para los turistas, a fin de reducir sus dificultades de movilización. Unas más finalmente optaron por retirarse del mercado, luego de detectar un sonoro disparo en sus costos operativos.

Entre la conjunción de inconvenientes en el sector, también hacen fila los fotocomparendos, que en ocasiones deben ser asumidos por las empresas rentadoras, cuando las notificaciones llegan luego de que el turista emigra del país. El pago de las sanciones termina castigando sus utilidades, y la demora en el proceso se convierte en lastre para adelantar trámites de tránsito, tan rutinarios en el sector.

El negocio formal de los vehículos de alquiler en un país como el nuestro, con un atractivo potencial turístico, no pinta del todo bien. Su crecimiento seguirá siendo limitado en tanto se mantengan o endurezcan las restricciones de movilidad en el transporte. Y más aún, mientras las autoridades no disciplinen el mercado, ejerciendo labores de control y vigilancia para evitar que la informalidad y la ilegalidad se sigan conduciendo con exceso de velocidad, sin encontrar –siquiera– un policía acostado en el camino.

gsilvarivas@gmail.com

@Gsilvar5

 

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