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Fajardo, el educador

María Elvira Bonilla
26 de mayo de 2013 - 11:00 p. m.

Diariamente el gobernador Sergio Fajardo da cuenta a través de su cuenta de Twitter de aquello que descubre en cada municipio, perdido en las cumbres de Antioquia.

Se asombra con la gente, con los paisajes y con uno que otro de los gobernantes locales, a los que se ve que trata de entusiasmar a su propuesta de gobierno: Antioquia, la más educada. Con esa consigna ganó las elecciones y ese es el corazón de su gobierno. Allí están puestas sus energías, allí está focalizado su presupuesto. Su misión: transformar los indicadores del departamento que han estado históricamente en los mínimos inferiores. Y como en todo el país: el gran desafío está en la variante calidad.

Su obsesión no se debe a su vinculación de toda una vida, antes de incursionar en la política, a la academia y a la docencia como profesor de matemáticas, sino porque Fajardo la tiene clara. El gran motor de transformación de un individuo, de una sociedad, es la educación. Es el camino cierto de las oportunidades que modifican la brecha de la desigualdad, en la que Colombia es una de las campeonas mundiales. Es un convencido, como Nelson Mandela, de que “la educación es el arma mas poderosa que puedes usar para cambiar el mundo”, frase que envió, transcrita en una pizarra con tiza, a través de su cuenta de Twitter.

Por ese camino se puede lograr una reorganización de la sociedad que permita construir nuevos horizontes para generar y distribuir socialmente riqueza y que le cierre además el camino a la corrupción de la política y de la actividad pública. La educación dignifica al ciudadano. Ciudadanos más educados equivale a decir “muchos ojos y pocas manos” atentos a vigilar la cosa pública.

Fajardo se identifica con la perspectiva de las llamadas “sociedades del conocimiento”, centradas en la capacidad humana para aprender, para crear e innovar y transformar así los entornos vitales. Desde la educación se integran con los procesos de ciencia y tecnología, con los de innovación y con la cultura para colocarse de cara a la modernidad, multiplicando la construcción de parques educativos a lo largo de toda Antioquia.

El camino es largo porque vienen de décadas de abandono en que en Antioquia, como en el resto del país, la educación se ha visto más como fortín electoral o negocio que como servicio y política pública. A pesar del mejoramiento de la cobertura, la calidad se ha deteriorado y de allí que son muchos, muchísimos, los jóvenes de los sectores populares que enfrentan la angustia de una condición de “no futuro”, sin capacidad para competir en el mundo en el que tienen que vivir. Las democracias fuertes y las economías pujantes tienen sistemas educativos públicos igualmente fuertes y pujantes: Francia, Inglaterra, Alemania, Japón; entre nosotros, Chile, Argentina y Brasil.

Fajardo toca la alarma y muestra el camino. Y hace pública su esperanza cada vez que puede, como lo hizo cuando también en su Twitter reaccionó al escándalo del carrusel de la corrupción en Bogotá con una frase: “Algún día la educación será noticia en Colombia. Por ahora los violentos y corruptos son el tema”. Claramente, él quiere volverla noticia, porque más que un gobernante es un educador.

 

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