Fin de la opulencia

José Roberto Acosta
03 de junio de 2011 - 07:16 p. m.

La actual crisis de la Eurozona inevitablemente exige recorte de gasto público sin precedentes en Grecia y mayor austeridad en el resto de países.

Lo paradójico es que, en momentos de recesión como los actuales en esa región, una política fiscal restrictiva induce a mayor enfriamiento de la economía. De otra parte, en Estados Unidos las malas noticias del mercado laboral dejan claro que las medidas expansivas no llegaron a quien debían. La compra de títulos del Tesoro Americano, por parte de la Reserva Federal, sólo benefició la especulación bursátil, pero no se irrigó esa liquidez hacia el crédito bancario e hipotecario, que definitivamente sigue siendo el cuello de botella para reactivar el entusiasmo del consumidor raso.

La crisis desatada en septiembre de 2008 cobró víctimas inmediatas, pero las medidas de salvamento keynesiano, tales como gasto gubernamental financiado con déficit y abaratamiento del dinero, evitaron que la onda explosiva cobrara más caídos. Sin embargo, esa pertinente munición keynesiana ya se acabó y quienes no cayeron hace casi tres años, están en la mira de una segunda recaída económica del coloso del norte. Será inevitable que el Congreso de ese país termine ampliando el límite de endeudamiento actual, que ya ha puesto en duda la solvencia del país. Pero ya empieza a tener efectos sobre la inflación tanto apalancamiento público.

Si la inflación empieza a acelerarse, su efecto sobre el ingreso de asalariados provocará un perverso efecto de reducción de la demanda agregada mundial, medidas proteccionistas y reducción de oferta, que significarán un grave golpe al bienestar que hacia finales del siglo pasado alcanzó un irrepetible tope de opulencia. Ya la FAO advierte sobreprecios de alimentos y las materias primas logran picos sólo vistos antes de la crisis.

En Colombia, me atrevo a afirmar que estamos en mínimos de la inflación, a partir de los cuales, ésta empezará a acelerarse, no sólo por el efecto estacional del actual invierno, sino por el cierre de la brecha del producto, o una utilización de capacidad instalada cerca del límite de recalentamiento y alimentada por una holgura del crédito bancario que, por ejemplo en el tema de vehículos, puede desatar una crisis de moratoria no vista desde hace años. Es mejor ser austeros.

 

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