Flores de alambre

Valentina Coccia
10 de febrero de 2017 - 03:42 a. m.

El pasado 27 de enero, como todos los años, la comunidad judía celebró la fiesta que se conoce como Yom Hashoah, o como la recordación de las víctimas del Holocausto. En cada hogar judío, o en la íntima fraternidad de cada sinagoga del mundo, se encendieron 7 velas, una por cada millón de judíos que fallecieron durante el exterminio nazi. En la religión del profeta Abraham el significado de encender las velas en las festividades trasciende lo espiritual: la luz ilumina aquello que no se ve a simple vista, nos llena de conocimiento y de verdad. Prender las luminarias para el día de Yom Hashoah no es solo un acto de memoria: es también alumbrar los hechos ocurridos durante el Holocausto y mostrar, gracias a la luz, aquellas historias desconocidas del exterminio, tanto para los judíos como para nosotros, los gentiles.

Siempre he pensado que si algo puede enseñarnos la comunidad judía es precisamente el arte de recordar. Cada año, para la fiesta de Pésaj (la fiesta de la pascua), para el día de Hanuka (la fiesta de las luminarias) o para la celebración de Yom Hashoah, los judíos recuerdan los momentos cruciales de su historia como pueblo, cubriéndolos con el manto sagrado de la espiritualidad. Para el día de la recordación de las víctimas del Holocausto la comunidad judía, gracias a la intervención de la UNESCO, nos invita también a todos aquellos que no formamos parte de ella a recordar el exterminio, no solo como un evento crucial de la historia judía, sino también como un peligro al que todos estamos expuestos. La discriminación, el racismo, la limpieza social y otros hechos inminentes que han movido la marea de la historia, llevando y trayendo desgracias y tristezas por doquier, pueden alcanzarnos a todos, y la única forma de evitarlo es darle validez a los derechos humanos cada día de nuestras vidas.

Esta solidaridad puede nacer solo de una recordación conjunta, de una memoria que envuelva a la humanidad entera en la cálida empatía y en el lúcido conocimiento sobre el sufrimiento ajeno. Al pensar en el Holocausto y en esa invitación que nos hace la comunidad judía a celebrar la memoria colectiva, pienso en Primo Levi y en Si esto es un hombre, la obra cumbre sobre el exterminio nazi. En el poema que abre su testimonio, Levi nos incita (casi que nos obliga) a recordar la tragedia de las víctimas del campo, invitándonos a conocer la deshumanización a la cual fueron sometidos y su sufrimiento, que con la obra de Levi llega como un eco lejano a nuestros oídos.

En el poema que abre Si esto es un hombre, Levi irrumpe en nuestras vidas, dejándonos inquietos, trastocando el calor de nuestros hogares, el sosiego de la vida familiar y la tranquilidad cotidiana de la comida en la mesa. En las últimas estrofas el poeta nos dice: “Pensad que esto ha sucedido: / Os encomiendo estas palabras. / Grabadlas en vuestros corazones / Al estar en casa, al ir por la calle, / al acostaros, al levantaros; / repetídselas a vuestros hijos. / O que vuestra casa se derrumbe, / la enfermedad os imposibilite, / vuestros descendientes os vuelvan el rostro”. En estos pocos versos, Levi nos muestra que la memoria de las víctimas de una tragedia como la del Holocausto transforma completamente el sentido de la humanidad. Conocer el sufrimiento ajeno cambiará nuestra vida en lo más cotidiano y trasformará nuestros corazones en el acto de la solidaridad. Como dice el poeta, si no llenamos nuestra vida de empatía hacia el dolor de los otros, todos los rasgos que nos definen como seres humanos desaparecerán uno a uno, sumiéndonos en la desgracia de la soberbia y el desconocimiento.

Siguiendo las palabras de Levi, la recordación del Holocausto y el conocimiento de los testimonios,  historias y relatos que encubren el discurso de la vida y la muerte en el campo de exterminio, pueden llevarnos a crecer en el respeto y la comprensión de los derechos humanos, especialmente en las generaciones que están por venir. Este año, como ícono del evento, la UNESCO ha escogido la imagen de un alambre de púas que florece poco a poco, transformándose en los delicados pétalos de una flor blanca. Esta imagen nítida e iridiscente, como el ritual del alumbramiento, nos da a conocer las historias que llenan las páginas de esta tragedia, pero también nos enseña que de dicho conocimiento pueden florecer las primeras ramas del árbol de la paz.

@valentinacocci4  valentinacoccia.elespectador@gmail.com

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar