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Fracasar no es tragedia

Antonio Casale
27 de abril de 2015 - 02:00 a. m.

Los latinoamericanos tenemos una tendencia arraigada a convertir en tragedia el fracaso. La desaprobación social a la no consecución de los objetivos termina por acabar con miles de sueños, de ideas, de proyectos que pudieron llegar a buen puerto a partir del juicio despiadado de la opinión. Así lo plantea Andrés Oppenheimer en su más reciente libro, Crear o morir.

El deporte es el espejo de la manera como se comporta la sociedad. En consecuencia representa una linda oportunidad para que a través del mismo aprendamos a valorar el esfuerzo más allá del resultado. Total, fracasar con entusiasmo representa el camino más corto hacia el éxito.

El autor argentino cita cómo en Silicon Valley, el lugar del mundo en donde se reúnen la mayor cantidad de innovadores, el mítico sitio en el que han nacido las ideas que han revolucionado al mundo como lo conocemos, cada vez que alguien fracasa en un intento hacen una fiesta, no para reírse y terminar con la honra del que no lo logró, sino para celebrar, porque entienden que gracias a ese fracaso el objetivo está cada vez más cerca.

Quienes analizamos los acontecimientos del deporte tenemos la enorme responsabilidad de hacer ver que la derrota no representa el fin del mundo. Recuerdo cuando Francisco Maturana, después de alguna derrota, pronunció el famoso “perder es ganar un poco”. De inmediato la vaca sagrada del periodismo deportivo de la época lo ridiculizó, lo minimizó y redujo al frío resultado inmediato el análisis de lo logrado por “Pacho”. Gran parte del país hizo la fácil, se sumó a la cruzada y en medio de nuestro acostumbrado folklore la frase se convirtió en una de las “colombianadas filosofales” más grandes de la historia.

El tiempo pasó y hoy no hay quien no reconozca la obra de Maturana. Con aciertos y errores puso en el concierto internacional al fútbol colombiano. Juntó la magia de unos cracks que en el campeonato local, sin roce internacional, trataban bien al balón y los puso a competir en el primer mundo. Sin “Pacho” y su corte no gozaríamos del presente que tenemos. Ellos convirtieron lo que parecía imposible en algo factible. La historia deportiva del país está plagada de esos casos.

Dejarán de ser unos pocos desquiciados que quieran cambiar el rumbo y serán decenas de innovadores los que se inventen un mejor país el día en que desde el entorno ridiculicemos menos y apreciemos más a los que intentan algo diferente como es el caso en el fútbol de Juan Carlos Osorio, quien con su rotación y otras “locuras” le ha dado un giro al fútbol local colombiano, hoy más generoso, ofensivo y vertical, a pesar de que algunos lo tildan de loco y “vendehumo” cada vez que la derrota, permanente compañera de la vida, aparece. Ese día aparecerán más revolucionarios como él y como Maturana. Ese día seremos verdaderamente ganadores.

 

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