Francisco el humanista

Mario Méndez
24 de abril de 2017 - 02:00 a. m.

La llegada del argentino Jorge Mario Bergoglio al Vaticano va dejando una estela imborrable en la mente de los hombres. Como primer jesuita en la silla de Pedro y como primer papa que escoge el nombre de Francisco (algo significativo), no podía pasar inadvertido para los interesados en las cosas que constituyen la historia de nuestro tiempo. Por conversaciones directas con una amiga escritora bien informada sobre la vida de su país, supimos que Bergoglio no cabía en el montón.

Pasado el tiempo, con el registro de vivencias que nos sacan de lo esperado, vemos en Francisco a quien se ha ganado el respeto de la gente, incluidos los no creyentes, admiradores hoy de ciertos rasgos de su personalidad. A la vez, Francisco despierta suspicacias en “creyentes” chapados en olor a sotana vieja y que por debajo de cuerda le sueltan cáscaras al obispo de Roma, mientras, en el mundo de los laicos y los librepensadores, Francisco despierta las mayores simpatías. ¿Cómo no admirar a un pontífice que no se siente cómodo con lo acartonado y que recomienda cosas como “ame más, perdone más, abrace más, viva más intensamente… no deje de besar a sus hijos y a su pareja”?

El papa ha sido capaz de sugerir incluso la posibilidad de que la mujer llegue al sacerdocio pleno. Ojo: pleno, y es comprensivo ante la comunidad de los sexualmente diferentes. De beso en la mejilla, recibió en audiencia a la entonces presidenta de su país, Cristina Fernández, hecho que ha repetido con otras damas, y eso no le quita la respetabilidad intrínseca que tiene ni le aumenta las imperfecciones que reconoce tener como cualquier otro ser humano.

Más de un despistado lo señala como “papa comunista”. ¡Qué cosa! Frente a tantos odiadores y pedagogos del odio, sentimiento realmente bajo y empobrecedor del hombre, Francisco exalta el valor del amor, de la sencillez, de la solidaridad que nos diferencia de otros animales, se mueve en un renolcito que le regalaron, y critica el boato, el aparato de los poderosos y exhibicionistas del poder. ¡Qué contradicciones sufrirán aquellos que se quedaron en la iglesia inquisidora, por cuyos actos desaforados Francisco ha pedido perdón, como creo que lo pidió por la persecución contra Galileo Galilei cuando éste exponía sus concepciones astronómicas!

Esos católicos que bautizan a sus hijos y a la vez ofician como fariseos no pueden entender a Francisco, hombre claro, visionario y austero. Son aquellos que asisten muy majos a misa —¡hasta comulgan!—, pero a la salida continúan con sus hábitos rateriles desde la seguridad de sus bufetes, y están acuñados así justamente por una iglesia que no siempre se preocupó por acercar la verdad de la teoría y la verdad de la práctica, para construir hombres coherentes.

En fin, a Francisco se le admira y se le aprecia hasta por perturbarse sin disimulo ante la conmovedora voz de Andrea Bocelli, como también se muestra tocado por la tragedia que palpan sus manos cuando se encuentra con gente golpeada por las injusticias de este mundo.

Corolario. Para amigos de Francisco, los librepensadores y los auténticos católicos.

*Sociólogo Universidad Nacional.

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar