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Francotiradores virtuales

Pascual Gaviria
16 de diciembre de 2009 - 03:22 a. m.

EN OCTUBRE PASADO EL MINISTRO DE Justicia italiano pedía a los fiscales de su país una investigación a la página de Facebook titulada Uccidiamo Berlusconi.

Los funcionarios del gobierno se mostraban indecisos sobre el delito imputable a los creadores del llamado a matar al bueno de Silvio. Para unos era un tipo penal llamado “amenazas graves” y para otros se trataba de “incitación a cometer un delito”. Más de quince mil personas habían respaldado el alarde creado por una alcohólica sin ánimos de hacerle daño a nadie excepto a su hígado. Ella defendía el título de su “local” diciendo que era un lugar para las expresiones bizarras. Al final, desde California los administradores de Facebook obligaron al cambio de nombre y el grupo siguió funcionando bajo un encabezado menos sonoro y más sereno: “Berlusconi, ahora que tenemos tu atención, responde a nuestras preguntas”. Ahora la causa penal parecía una desproporción para el tamaño de la amenaza.

Pero la agresión física contra Silvio Berlusconi, los daños sufridos en su máscara de galán septuagenario, han vuelto a desquiciar la discusión sobre lo que significa escribir una patanería en Facebook. Los sitios que surgieron apoyando la figura del agresor luego del ataque han sido borrados, los ministros llaman a la Fiscalía a ser drástica y ponen a los grafiteros de internet en el mismo bando de los críticos en los grandes medios: todos hacen parte de una campaña de odio contra Il Cavalieri que terminó mal y pudo terminar peor. Los partidarios de Berlusconi en la red han respondido con elegancia, recurriendo más a la falsificación que a la violencia. El sitio de Facebook más popular de Italia, creado en solidaridad con las víctimas del terremoto en Abruzzo, amaneció con un encabezado de apoyo para el primer ministro. Una vez más Facebook ha demostrado ser un sitio para el desfogue de adolescentes aburridos, oficinistas cansados y universitarios con ganas de tener un millón de amigos y así más fuerte poder gritar.

Ni siquiera los servicios secretos de Estados Unidos, expertos en el uso y el abuso de la paranoia, le entregan mayor importancia al delirio insignificante de Facebook. Hace unos meses apareció una encuesta que preguntaba a los visitantes si querían el asesinato de Barack Obama. El rastreo llevó a los detectives hasta el computador de un menor de edad que había lanzado la pregunta en una tarde de tedio. Quería ver respuestas en su página e intentó una encuesta original. Edwin Donovan, el vocero del servicio secreto, dijo que el menor no tenía intención de causar daño al presidente y que no se levantarían cargos contra el niño ni contra sus padres.

La verdad es que el niño no logró la originalidad que pretendía. Más de quinientas páginas de Facebook comienzan con el “Matar a …” como invitación. Ese matar se ha convertido en un código para el llamado a una comunidad de aficionados al insulto contra cualquier personaje público, sea Chuck Norris, Jerónimo Uribe o Diego Maradona. Los fiscales deberán mirar con atención cada caso si no quieren terminar encartados con un pabellón de tontos que sólo intentaban jugar a los barras bravas de la política o la farándula. Instigar no es sinónimo de gritar. Aunque el grito pueda ser uno de los medios de la instigación.

En Italia el asunto es preocupante, porque la nueva aura de víctima de Berlusconi podrá servir para llegar a la censura. A comienzos del año la película Shooting Silvio fue bloqueada en la televisión Italiana y en proveedores de cable. Silvio sabe que la ficción también es un terreno peligroso.

 

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