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Fundamentalismos II

José Fernando Isaza
15 de julio de 2010 - 05:18 a. m.

QUIEN SUFRE DE GOTA PUEDE CUrar su dolor y reducir su ocurrencia con dos métodos.

El primero es embestir su periódico ataque agudo con una droga conocida desde la Grecia clásica, que tiene además la extraña propiedad de no ser muy costosa. Por supuesto tiene efectos secundarios. La otra alternativa para reducir la cristalización del ácido úrico es adoptar la dieta recomendada por los médicos. Ésta prohíbe las carnes rojas, los mariscos, todo tipo de fritos, el pollo con piel, la cerveza, el vino, todos los licores destilados, todo lo que contenga purinas, como los fríjoles, las lentejas, las habichuelas; el tomate, las espinacas (al fin algo no atractivo prohibido), los azúcares, las vísceras, los embutidos, todos los alimentos enlatados, etc. Cabe aclarar que parece que es posible comer pechuga de pollo asada sin piel y algunos pescados a la plancha.

Es válido preguntarse: Si en serio las carnes rojas y el vino tinto son tan perjudiciales, ¿no serían en su mayoría los argentinos cojos por efecto de la gota permanente? Las contradicciones de los fundamentalistas alimenticios (F.A.) hacen que una escuela tienda a prohibir el tomate por su efecto sobre el ácido úrico y otra a estimular su consumo por el alto nivel de antioxidantes y las mejoras que trae sobre el sistema inmunológico. Pesa a las divergencias, coinciden en que para tener buena salud es mejor comer bien y evitar el sedentarismo.

Recientemente The Economist y Scientific American reseñan investigaciones que pueden constituir un golpe certero a quienes consideran que su deber en la vida es amargársela al prójimo.

Scientific American resume el trabajo estadístico realizado durante 23 años por el doctor M. Krauss, quien concluye: “No se encontró correlación entre el consumo de grasas saturadas y el riesgo de enfermedad coronaria. El nivel de colesterol total no es un buen predictor del riesgo cardiaco”. Por el contrario, el riesgo sí crece si los niveles del colesterol de alta densidad son bajos. De hecho, otro estudio concluye que las campañas que buscan drásticas reducciones en el uso de grasas, al disminuir el colesterol “bueno”, pueden tener efecto negativo y aumentar el riesgo coronario. Para dar un mensaje aún más demoledor a los F.A., el doctor Ludwing del Hospital Infantil de Boston dice: “la próxima vez que se coma una tostada con mantequilla, la mantequilla puede ser el ingrediente más saludable”.

La divulgación que hace The Economist de los trabajos de los doctores Unger y Scherer de la Universidad de Texas, permite obtener conclusiones totalmente diferentes a las buscadas por las F.A. Los investigadores concluyen que los problemas de salud asociados al sobrepeso pueden no ser causados por la grasa. Por el contrario, afirman que el tejido adiposo es un mecanismo protectivo para concentrar los lípidos, que sí son los causantes de la arterioesclerosis y la acumulación de grasa en las arterias. De aquí que reducir los tejidos grasos por liposucción pueda tener efectos nocivos en cuanto se elimina la fuente en donde se producen hormonas que regulan los lípidos. Los profesores también muestran que no es clara la relación entre la obesidad y el síndrome metabólico que incluye alta presión arterial y propensión a la diabetes. Plantean la hipótesis de que este síndrome se debe a la acción de dos hormonas, una de ellas disminuye cuando crece el tejido adiposo y la otra aumenta.

De confirmarse con más certeza las hipótesis anteriores, no hay duda de que la humanidad será más feliz y los F.A. más angustiados.

* Rector Universidad Jorge Tadeo Lozano.

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