Género y paz

Rodrigo Uprimny
06 de noviembre de 2016 - 12:42 a. m.

El apoyo de muchos cristianos al proceso de paz dependerá de que abandonen su oposición al acuerdo por lo que han llamado “ideología de género”.

Estas cinco aclaraciones podrían ser útiles para superar esa oposición, que en gran parte ha derivado en confusiones y equívocos.

Primera, el enfoque de género hace parte de los llamados “enfoques diferenciales”, que no son una novedad del acuerdo, sino que son una consecuencia del principio de no discriminación, establecido en la Constitución y en los pactos de derechos humanos, y que por ello han sido usados en Colombia y el mundo desde hace años.

La idea de un enfoque diferencial es simple: como está prohibido discriminar, entonces el Estado debe evaluar el impacto distinto que tienen ciertos fenómenos o sus propias políticas sobre poblaciones tradicionalmente discriminadas, como las mujeres, los afros, los indígenas o la población LGBT. Esta evaluación diferenciada permite entonces evidenciar la discriminación que sufren estas poblaciones y adoptar correctivos para superarla.

Segunda, estos grupos discriminados fueron especialmente victimizados en la guerra. La adopción de enfoques diferenciales, y específicamente de un enfoque de género, busca entonces visibilizar los impactos diversos del conflicto armado sobre las mujeres y las personas LGBT y las desigualdades históricas que han sufrido, para que esas poblaciones sean adecuadamente reparadas, las discriminaciones sean superadas y evitar que se repitan las atrocidades en su contra.

Esto muestra, tercera, que un enfoque de género no promueve la homosexualidad (como si eso fuera posible), ni desconoce la libertad religiosa ni el derecho de los padres a escoger la enseñanza de sus hijos, que son derechos reconocidos en la Constitución. Este enfoque de género tampoco desconoce que es deber del Estado amparar a la familia como institución básica de la sociedad.

Cuarta, el enfoque de género no excluye entonces que se investiguen los impactos del conflicto armado sobre las familias, ni que sean reconocidas y reparadas las personas victimizadas por sus convicciones religiosas.

Finalmente, es claro que nuestra guerra no tuvo nada que ver con debates sobre matrimonio o adopción por parejas del mismo sexo, ni tampoco sobre el derecho de las mujeres a interrumpir el embarazo, ni sobre la libertad religiosa y los alcances y límites del derecho de los padres a escoger la educación de sus hijos. Y por ello el acuerdo no aborda estas discusiones.

Estas aclaraciones deberían pacificar este tema al mostrar que el enfoque de género busca visibilizar la violencia y discriminación contra las mujeres y la población LGBT, pero no erosiona la libertad religiosa, ni ignora que el conflicto armado afectó a las familias y a integrantes de distintas iglesias. Y muestran que no corresponde al acuerdo de paz abordar temas polémicos, como la adopción igualitaria, que nada tienen que ver con la guerra y que la sociedad colombiana ha debatido en paz y democracia, y que debe seguir discutiendo en la misma forma, por fuera del acuerdo de paz.

* Investigador de Dejusticia y profesor de la Universidad Nacional.

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