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Girlhood

Tatiana Acevedo Guerrero
04 de junio de 2015 - 03:57 a. m.

LA HISTORIA DE ANDREA TORRES, alias Yayita, fue narrada en diversos medios nacionales.

Torres había prendido las alarmas de la policía en 2014 tras saquear “tres apartamentos en 20 minutos en la localidad de Suba”. En algunas pocas notas se menciona que llevaba aproximadamente 11 años en el negocio, que fue denunciada en más de 300 casos por hurto y que estuvo presa varias veces en el Buen Pastor y la Cárcel Distrital. En todas las notas se hace énfasis en su aspecto físico. En el hecho de que sólo gracias a esto pudo triunfar en su empresa delictiva.
 
“Su cabello rubio, labios gruesos y su cuerpo voluptuoso conquistó a más de un hombre” afirma, por ejemplo, la revista Semana. Esta publicación entrevistó además a una psicoterapeuta que explicó que “estas Yayitas se muestran como personas que necesitan afecto” y que los hombres deben estar alerta. Por su parte, el portal KienyKe resumió así: “La belleza de la ladrona más buenona asaltó más de 300 apartamentos”. Siempre se repite que Torres no trabajaba sola y que más bien era usada “como carnada” para llevar a cabo el robo. Se usan además fotos (con criterio de voluptuosidad) en cantidad, copiadas de alguna página de Facebook. Un tratamiento idéntico se le dio a las historias de Yeraldin y Linda Garzón Pinto, alias “las Gatúbelas”.
 
Aunque en contextos criminales distintos, una narrativa similar se tejió frente a las mujeres que pertenecen al Clan Úsuga. El director de la Policía Nacional, general Palomino, dijo que “quitándoles a sus reinas” el grupo perdía “su soporte de confianza”. Teniendo en cuenta que entre las capturadas están mujeres como alias La Leona, coordinadora nacional de cobros y sicariato, no queda claro qué es lo que el general entiende por “sus reinas”. Y pese a que algunas sostenían relaciones sentimentales con hombres del Clan, ellas tienen prontuario propio y previo (quizás el pasado de aprendizaje criminal compartido y la admiración profesional tuvo que ver con los enamoramientos y la colaboración). 
 
Nada de eso es explorado en noticias ni especiales sobre delincuencia femenina, siempre vista y explorada desde la condescendencia y la costumbre, a partir de lugares comunes sensacionalistas y libretos de telenovela repetida. Entretanto, en el país se captura una media de 21 mujeres al día. La cifra de capturadas por delitos de hurto, homicidio, lesiones personales, porte ilegal de armas y tráfico de estupefacientes va en aumento. Según datos oficiales, “mientras que para esta fecha del año pasado la Policía Metropolitana de Bogotá había detenido a 795 por hurto, en lo corrido del 2015 la cifra ya alcanza las 827 capturas femeninas”.
 
Siempre atentos a las parábolas de mujer fatal (trabajando para un hombre que pone los planes y la fuerza) o de mujer víctima incauta (de un novio curtido), hemos abandonado cualquier curiosidad genuina por esta generación de criminales urbanas. Algunas trabajan en grupos exclusivamente femeninos, otras se organizan para ofrecer servicios puntuales a bandas criminales tradicionales. Escasean las preguntas por sus barrios o familias, sus experiencias en el colegio y rutinas de fin de semana. Sobre lo que pasa después de las primeras menstruaciones. Lo que quieren desafiar en términos de roles, sexualidad y consumo material. Sobre lo que se siente ser una mujer joven y por principio subestimada, creciendo entre la indiferencia y la sospecha.

 

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