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Gloria y el futuro de los parques

Columnista invitado EE
28 de agosto de 2012 - 09:15 p. m.

La recién sancionada Ley Gloria Valencia de Castaño (136 de 2012) trata de pagar dos deudas de la Nación: una, la obligación del Estado con Gloria Valencia de Castaño, quien durante muchos años cumplió funciones públicas sin salario ni compensación alguna; otra, la que le debemos todos a los parques nacionales.

Desde un punto de vista optimista, podemos considerar la ley como un paso hacia delante en el intento de construir un país pacífico, amable, responsable, justo y previsivo. Gloria Valencia fue una precursora de ese país posible; en medio de las tragedias que hoy nos recuerda la televisión, ver a Gloria en la pantalla —bellísima, hablando con inteligencia, bondad y cordura, rodeada de la naturaleza que protegía— abría la posibilidad de otras realidades, nos permitía aferrarnos a la utopía. Gloria fue miembro de la generación que nació en la década de 1920, en medio de la paz de principio de siglo, rodeada de la retórica progresista de los pensadores del Centenario, convencida de vivir en la democracia más perfecta de América Latina. Ella y Álvaro Castaño, su esposo, escogieron su papel en esa democracia, el de ser promotores de la cultura occidental y defensores de la naturaleza de su patria.

La ley supone que estamos en el mismo país en que nació Gloria y por lo tanto tiene un artículo que ordena una estampilla con su imagen, otro que autoriza publicar su biografía y, finalmente, establece que todos los que queremos los parques podemos hacer donaciones para mejorarlos y así obtenemos un descuento en los impuestos. Artículos que apuestan a que ya estamos en un país diferente al que vemos en la televisión. Yo le apuesto también a ese país.

* Julio Carrizosa Umaña, exdirector del Instituto Agustín Codazzi y exgerente general del Inderena. 

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