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Gracias Presidente

Ernesto Yamhure
05 de agosto de 2010 - 05:27 a. m.

CULMINA EL MEJOR PERÍODO PRESIdencial de la historia de Colombia. Aquel que marcó para siempre la pauta del buen gobierno y que en adelante se convertirá en punto de referencia para los mandatarios venideros.

Durante los ocho años que estuvo al frente de los destinos de nuestro país, Álvaro Uribe logró un cambio en nuestras mentalidades. En 2002, el pueblo colombiano estaba derrotado militar, económica y emocionalmente. Los presidentes que lo antecedieron, con dolo o sin él, se convirtieron en los arquitectos de la debacle nacional. Habíamos perdido hasta la dignidad.

Llegó al poder en medio de la más grande frustración que pueda experimentar sociedad alguna. El intento de paz a cualquier precio nos había acostumbrado a soportar el cogobierno de unos terroristas que ejercían soberanía en vasta zona del país. El Ejército se hallaba desmoralizado, diezmado y, sobre todo, vilipendiado.

No sólo había que recuperar la moral de la tropa; se hacía necesario que el pueblo entero volviera a confiar en un país que muchos consideraban inviable.

La orfandad de liderazgo fue rápidamente superada. Desde el primer instante tuvimos a un presidente cercano, en contacto permanente, pendiente de las necesidades de sus gobernados. Descartó las antipáticas recepciones sociales capitalinas, prefiriendo los 305 consejos comunales de gobierno que hizo a lo largo de sus ocho años en la Presidencia.

Rompió varios mitos, entre ellos aquel que nos vendieron durante treinta años, suponiendo que a la guerrilla no podía derrotársele militarmente; que de ese problemita saldríamos cuando se hiciera un proceso de paz en el que se discutieran las soluciones a los “factores objetivos que configuran del conflicto”.

Queríamos que continuara en la Casa de Nariño durante cuatro años más. Basta con dar una vuelta por las regiones del país para experimentar la gran aceptación que tiene su gestión, cifra que según las últimas encuestas llegó al 82%.

La democracia, ese valor supremo por el que él siente infinito apego, ha dicho que era necesario un relevo en el poder. Aceptamos el veredicto y con el corazón compungido le decimos que lo vamos a extrañar. Difícilmente alguien podrá ser más querido y respetado por su pueblo.

Gracias presidente Uribe por devolvernos la esperanza, por darnos ejemplo de amor a la Patria, gobernándonos con inimitable estilo. Gracias Presidente por haber sacado a Colombia del caos en que se encontraba, arrebatándoles el destino de la nación a los criminales.

La esplendidez de su obra de Gobierno comenzará a notarse a partir del 8 de agosto, cuando el relevo esté consumado. Álvaro Uribe ha marcado con letras diamantinas el libro de la historia de Colombia. A los incrédulos, bastará recordarles que para verdades el tiempo y para justicia, Dios.

A los enemigos de la seguridad democrática, esos que durante estos días andan celebrando su salida, se les aguará la fiesta cuando registren que el fervor uribista continuará creciendo. En las elecciones del año entrante, veremos a los candidatos de Uribe ganando las mejores alcaldías y gobernaciones del país.

Jamás olvidaremos lo mucho que hizo por nuestro país. Hacerlo sería contrariar a Virgilio, quien decía que mientras el río corra, las montañas hagan sombra y en el cielo haya estrellas, debe durar la memoria del beneficio en la mente del hombre agradecido.

En fin… ¡Gracias Presidente!

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