Publicidad

Grande aunque sea grueso

Esteban Carlos Mejía
21 de noviembre de 2008 - 12:48 a. m.

A PESAR DE QUE MI AMIGA ISABEL Barragán, profesora de Literatura Aplicada, hace doce o quince piscinas diarias y va al gimnasio dos o tres veces por semana, su facha no es hombruna. Ni parece un cyborg, mucho menos un transformer. Sus curvas son armoniosas, cóncavas y convexas, según manda el buen Dios.

Estamos a los postres, en el segundo piso de una crepería famosa por contratar madres solteras. En la mesa flota una gigantesca banana split, a la que ella le saca el cuerpo. “Estoy a dieta”, se disculpa con lástima.

Trato de tentarla, le paso una cucharita, le señalo el helado. “No viene al caso, pero el tamaño sí importa”, dice, reflexiva. Abro los ojos. “Hablo de libros, idiota. Me enloquecen las novelas grandes, 400 páginas, mínimo”. Consulta una libreta de apuntes, negra, Moleskine, de cura rebelde o de monsieur Hemingway. “Cuando salió Los detectives salvajes, de Roberto Bolaño, me puse febril, 616 páginas de mero realismo visceral. Algunos se quejaron y dijeron que le sobraban 200, por lo menos. En cambio, yo creo que a Cesárea Tinajero le quedaron faltando 300 en los desiertos de Sonora. Con 2666 me desquité a mis anchas, 1.125 páginas de ficción ficción”.

De vez en cuando revisa un dato. “A los escritores colombianos les da pavor el tamaño. Con excepciones, obvio. Por ejemplo, Sin remedio, de Antonio Caballero, tiene 501 páginas, ácidas e irreverentes, con las aventuras de Escobar, poeta, existencialista y bueno para nada”. Frunce el ceño, consternada: la banana va por la mitad. “Ursúa tiene 478 y Las auroras de fuego, 446, ambas de William Ospina, no está mal. Le gana, por mucho Celia se pudre, de Héctor Rojas Herazo, 1.002, contando el excelente prólogo de Jorge García Usta, todas en Cedrón, ese pueblo legendario, trasunto de Tolú”. Menciono una que me encanta, Noticias del Imperio, de Fernando del Paso, sobre Maximiliano y Carlota, emperadores de México. “Sí, 670. Pero Tu rostro mañana, de Javier Marías, aunque se divide en tres, llega a 1.592, la parte más chiquita, Baile y sueño, con 410”. Isabel rebusca en sus apuntes. “Rey del albor, Madrugada, del hondureño Julio Escoto, 547 páginas con márgenes mínimos y renglones apretados, o sea, 196 más que la primera edición de Cien años de soledad. Tocará ir a Tegucigalpa a conseguirla porque acá, jajá”.

Meto la cucharada, al postre y a la conversación. “Yo leí una de Thomas Pynchon, Mason y Dixon…”. Asiente, complacida: “Tiene 958 páginas en español y apenas 773 en inglés, una novela carnavalesca y sin límites”. La miro con devoción. “¿Y cuál es tu campeona?”. No vacila un instante. “Por ahora… La broma infinita, de David Foster Wallace, recién suicidado, el pobre, 1.208, con 115 exclusivamente para notas de pie de página, qué fábula”. “Grande aunque sea grueso, ¿cierto?”, digo sin pudor. Se le sale el sonsonete paisa. “¡Sinvergüenza! ¿Te comiste todo el postre vos solo?”.

Rabito de paja. “Y escritas por mujeres, La otra mano de Lepanto, de Carmen Boullosa, 440 en letra menuda, impecable reescritura de La gitanilla, de Cervantes, 31 paginitas en papel de biblia… a doble columna, eso sí”.

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar