Hablemos de café

Juan Manuel Ospina
13 de noviembre de 2014 - 02:00 a. m.

Hablar de café es en buena medida hablar de Colombia, pues como pocas actividades económicas esta ha conformado el rostro del país, con su carga de verdad y fantasía: su comercio exterior, su paisaje rural – patrimonio de la humanidad -, su “cultura de ladera” única en el mundo; su clase media en formación, verdadero centro de gravedad de un escenario rural polarizado entre muchos pobres y algunos ricos; en fin, ha sido gran generador de empleo y de ingresos, tanto que la actividad económica del país oscilaba al compás del ciclo de las cosechas cafeteras.

Hoy ya ni la caficultura ni el país son los mismos de entonces, pero lejos se está de celebrar su entierro o de pretender que ésta pueda continuar como si nada hubiera pasado. Necesita, como tantas cosas en el país, “ponerse al día” para avanzar sin perder la esencia de lo que somos y hemos sido como sociedad.

Colombia ya no es (solamente) café pero seguirá siendo cafetera; encontrar ese punto de equilibrio, es encontrar el camino. Hoy eso es posible dadas las perspectivas de un nuevo protagonismo de lo agrario y rural en el país, en medio del malestar existente en el mundo cafetero y de los desafíos que implica la búsqueda de una salida definitiva a nuestra vieja confrontación interna. Por esas razones, la “Misión para la competitividad de la caficultura colombiana” es pertinente y es importante; sus conclusiones no pueden terminar en el anaquel de las buenas intenciones, rápidamente olvidadas por obra y gracia de la mejora (¿coyuntural?) del precio internacional del grano y del ajuste cambiario de un peso que estaba peligrosamente sobrevaluado.

La Federación de Cafeteros, una institución con alma colombiana como pocas, reclama a gritos repensarla y reestructurarla para ponerla a tono con los nuevos tiempos; se volvió anacrónica, con pinta de elefante blanco. Su actualización es la piedra angular de la nueva caficultura colombiana, por la sencilla razón que una y otra han estado indisolublemente ligadas por noventa años. Su control del Fondo Nacional del Café, que debe redefinirse, le permitió reinar sin restricción alguna. La nueva Federación ha de centrarse en los comités departamentales y municipales federados, debidamente empoderados para ser los interlocutores del gobierno que habrá de sustituirlos en la tarea de financiar y suministrar los bienes públicos que requieren los caficultores como productores, sus comunidades y regiones – educación, vías terciarias, salud, vivienda, seguridad y justicia -.

En acuerdo con el poder público, habrán de determinar un plan de mediano plazo de organización de la nueva geografía regional cafetera, de acuerdo con su historia y su potencial y vocación productiva, para garantizar empleos e ingresos a sus pobladores en una economía regional crecientemente diversificada, gracias a un manejo sostenible de ecosistemas complejos con actividades productivas de caficultura técnica y de producciones agropecuarias complementarias demandantes de fuerza de trabajo, para aprovechar mejor su potencial productivo. Igualmente habrán de definir y operar un mecanismo de estabilización del ingreso del productor -¿una franja de precios de compra del grano establecido a partir de los costos de producción y teniendo en cuenta las oscilaciones del precio internacional? -, que permita ahorrar ingresos en los períodos de precios altos y compensarlo en las coyunturas de precios bajos. No es un subsidio al ingreso sino una estabilización del mismo, para contrarrestar sus perturbadoras oscilaciones. Los recursos - ¿administrados por un fondo de estabilización de ingresos, el nuevo Fondo Nacional del Café? – sería administrado conjuntamente por el gobierno nacional y la Federación.

Los comités y la Federación tendrían dos grandes responsabilidades específicas, financiadas con recursos públicos mediante convenio con el gobierno nacional: la investigación y la transferencia de conocimientos, a cargo de Cenicafé o su equivalente, y el apoyo a la formación de cooperativas regionales para la compra directa del grano y la comercialización de los principales insumos. La Federación como tal se retira de la actividad comercial.

Son ideas realizables y conformes a los lineamientos conocidos del trabajo de la Misión. Los cafeteros y el país lo reclaman y no dan espera.

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