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Hacer campaña

Juan Pablo Barrientos
03 de marzo de 2014 - 03:00 a. m.

Hace más de tres años tomé una decisión trascendental para mi vida: renuncié a ser corresponsal en Washington DC y con ello a una comodidad y salario sin igual.

¿La razón? Quería hacer política, lanzarme al Concejo de Medellín por el Partido Verde. Dejé todo, regresé a la ciudad y, con las uñas, logramos hacer una campaña hermosa que nos dejó a pocos votos de alcanzar una curul. El golpe fue severo, pero corto. Pronto llegaron otras oportunidades que me hicieron feliz, más de lo que hubiera sido siendo concejal. Por eso me parece curioso que la clase política de Antioquia, cada que pongo el dedo en la llaga, salen a decir que soy rencoroso y todo se trata de una campaña para vengar mi derrota en el concejo. Alucinan, no se imaginan lo bien que me siento siendo periodista y lo agradecido que estoy con la vida por haber perdido esa curul. La campaña me ayudó a entender que lo mío es el periodismo.

Me apasiona la política, el arte de hacer el bien, y por eso creo firmemente que no todo está perdido, que hay con quien rescatar nuestras instituciones y lograr sacar de las alcantarillas ese quehacer tan desprestigiado, pero necesario. Dice el gobernador de Antioquia, Sergio Fajardo, que “de la forma como se hace campaña se gobierna”, en otras palabras, “en el desayuno se ve lo que va a ser el almuerzo”. Una campaña es la oportunidad perfecta para el encuentro con el ciudadano, el planteamiento de debates y propuestas y el conocimiento de primera mano de las necesidades de los electores. No entiendo cómo para eso se necesitan sancochos, marranadas, tamales, tejas y ladrillos. Infortunadamente, muchos políticos, la gran mayoría, creen que transar un voto por un bien es la única estrategia con la que se logra llegar el poder. Pobres, pero más pobres son quienes aceptan esa transacción. No saben que al aceptarla condenan al país a la miseria, la corrupción  y la politiquería.

No todo está perdido. Hay quienes hacen campañas limpias y merecen llegar al Congreso. Lamentablemente, la política electoral no se trata de merecimientos sino de triunfos en las urnas, por lo que creo necesario resaltar la labor de algunos candidatos que le apuestan a las campañas legales como único mecanismo para conseguir el poder.

En el caso de Antioquia, de donde orgullosamente soy oriundo, quiero resaltar al candidato Diego David Ochoa, número 103 de la Alianza Verde. Con escasísimos recursos, Diego ha recorrido todo el departamento en compañía de un grupo de jóvenes, que disciplinadamente hicieron una consulta interna y decidieron que él recogía el sentimiento de la fracasada Ola Verde y podía llevar las banderas del partido al Congreso de la República. El trabajo de estos soñadores ha sido fenomenal, por lo que valdría la pena ahondar en sus propuestas y evaluar si Diego reúne las condiciones para representar a Antioquia en la Cámara. El expersonero de Medellín Jairo Herrán, candidato a la Cámara por la ASI, número 112, es otra buena opción que vale la pena tener en cuenta.

Por Bogotá, ciudad en la que resido, la campaña de Angélica Lozano, número 110 de la Alianza Verde, es fenomenal. Esta destacada activista de derechos humanos y exconcejala de Bogotá, ha dado duras peleas por el respeto de las minorías, siempre con un discurso coherente, pero ante todo contundente. Angélica sabe hacer control político, ya lo demostró en el Concejo y el país necesita que lo haga en la Cámara de Representantes.

La fórmula de Angélica y de Diego al Senado de la República es Claudia López, número 10 de la Alianza Verde. Sin duda, una de las mujeres más valientes que conozco. Sus investigaciones sobre parapolítica han hecho despertar al país de una pesadilla que aún no termina. Si siendo una simple politóloga e investigadora, Claudia logró hacer lo que hizo, no me quiero imaginar lo bien que le iría a Colombia y al senado con una Claudia López políticamente activa. Vale la pena apoyar a esta mujer, que todos los días pone en riesgo su vida por generar espacios en los que la política sí sea el arte de hacer el bien.

Hacer campaña es duro, lo viví, por lo que darle la oportunidad a personas que lo hacen con la firme convicción de rescatar al país del hampa, que se ha entronizado en todas las instituciones, es un deber ciudadano. En marketing electoral, Diego, Angélica, Jairo y Claudia son candidatos de opinión, no de maquinarias, por lo que hoy presto mi columna para que quienes me leen tengan otras opciones a la hora de elegir. En vez de lechona, tamales, ladrillos y tejas, estos ciudadanos ofrecen argumentos y propuestas. Decía  Jacques Benigne Bossuet que “la política es un acto de equilibrio entre la gente que quiere entrar y aquellos que no quieren salir”. El problema de Colombia han sido, son y serán los que no quieren salir, por lo que es necesario dejar que otros entren y legitimen las corporaciones públicas, si es que alguna vez lo han estado.

 

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