Hacia una revolución ética

José Manuel Restrepo
10 de septiembre de 2017 - 02:00 a. m.

El maestro Fernando Savater, para el diario El País de España, dejaba en estos días unas notas respecto al tema de la corrupción, asunto tan mentado ahora en Colombia. Señalaba él que históricamente la batalla contra la corrupción nunca puede ser ganada del todo; sin embargo, recomendaba la necesidad de instancias independientes con poderes amplios y suficientes medios para ejercer vigilancia y controlar sus desmanes, pero insistía en algo aún más importante: “un verdadero compromiso de los ciudadanos contra esa lacra, no ocasionales rabietas frente a tal o cual abuso”.

En el caso colombiano, en estos momentos aciagos, en los que pareciera que todo se trastoca y que con inmenso dolor vemos desconocidos los fundamentos mismos del pacto común de convivencia, es urgente recordar nuestro papel. Con firmeza debemos todos exigir el esclarecimiento de los terribles hechos denunciados sobre actos de corrupción en las más altas esferas de la justicia, y acompañar las medidas tendientes a que, en el marco del debido proceso, ninguna de esas conductas quede sin sanción.

Por supuesto no podemos ceder ante la angustia e ingenuamente favorecer saltos al vacío. Es el momento de la indignación, pero también de la serenidad. No se puede desconocer la tarea que silenciosa y fielmente cumplen una gran mayoría de los servidores de la rama judicial.

La respuesta debe ser la de reafirmar los valores y principios esenciales que sustentan nuestra institucionalidad y orientar los esfuerzos a su fortalecimiento, no derrumbar sus bases.

Pero es también importante tener presente que la solución a la grave crisis ética no solo atañe a las autoridades, sino a toda la sociedad y en realidad a cada uno de nosotros como individuos, como propone Savater. Cabe preguntarnos si los actos que hoy infaman a la justicia no son el resultado de una clara inversión de los valores, que ha catapultado el individualismo, el desmedido ánimo de lucro; en el que la astucia como modelo de acción se prefiere y se resalta frente la asunción de los deberes ciudadanos, y en el que se evidencia la enorme dificultad que tenemos para construir lo común, lo que nos ata a nuestro prójimo y consolida nuestras instituciones.

La rectificación axiológica a la que estos hechos llaman debe iniciarse en cada uno, y reflejarse en todas nuestras actividades cotidianas, lo que obliga a desarrollar una capacidad permanente de autocrítica y de sincera disposición de cambio que permita la construcción mancomunada de una ética civil, que incluya a todos los colombianos y cuyo cumplimiento pueda y deba ser exigido igualmente por todos.

Me enseñaban grandes maestros en la Universidad del Rosario que un mejor futuro como sociedad depende de la capacidad de enseñar, profesar y practicar la virtud, y que la justicia en la inmutable descripción que nos ha legado la antigüedad, aún sigue estando condensada en los principios de vivir honestamente, no hacer daño a otro y dar a cada quien lo suyo.

En este sentido, las Facultades de Derecho están llamadas a hacer una evaluación de cuál ha sido y debe ser la formación impartida, cómo se ha desarrollado la aproximación deontológica, cómo mejorar la calidad profesional desde las aulas, qué ha quedado pendiente o incompleto en esa labor.

Pero más allá de todo ello, esta debe ser la ocasión de comprometernos como sociedad en un proyecto común de Nación, que nos ayude a consolidar esos valores esenciales que nos permiten vivir juntos, confiar en los otros y especialmente en los guardianes de la ley, y hacer realidad para nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos, un país en el cual la transparencia en todas las actividades ciudadanas permita ver que se ha vencido el egoísmo, y que gracias a la libre discusión y al respeto a la diversidad, se logre una verdadera Revolución Ética para consolidar liderazgos públicos y privados basados en valores y para reconstruir lo que tantos colombianos con su esmero y recto actuar atesoran: la credibilidad de las instituciones.

La Revolución Ética, como señala Savater, no será la solución definitiva, pero sí es un camino para que todos como ciudadanos iniciemos el tránsito a una mejor sociedad.

jrestrep@gmail.com

Twitter: @jrestrp

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