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Hola

Danilo Arbilla
02 de noviembre de 2012 - 11:00 p. m.

La Brasserie Lipp del parisino barrio de Saint Germain Des Pres, a la que Heminway le sumo fama, como lo hizo con las fiestas de San Fermín, además de ofrecer un andoulliete cinco A, ideal para quienes gustan de las sensaciones y sabores fuertes, fue pionera: vio lo que se venía y encaró decididamente el problema cuando ya despuntaba como seria amenaza y prohibió el uso de celulares en sus salones .

Lo hizo , sencillamente, para garantizar que sus clientes puedan comer tranquilos y disfrutar de la comida. También Cipriani incluye en sus menús una apelación a sus comensales para que no usen ese aparatito, porque, dice, con elegancia no carente de firmeza, que el timbre de los telefonitos puede afectar el punto de sus famosos rissottos.

Hay gente que tiene como manía hablar por teléfono. Gente que no se porqué siempre tiene algo pendiente y recién lo finiquita, ya con un pie en el estribo, o desde el restaurante o desde un lugar que no parece el apropiado , porque en la mayoría de los casos están molestando a otro semejante. Porque, para algo se inventaron las cabinas telefónicas. No solo para preservar la privacidad del que la usa, sino a la vez para que no importune al resto.

El preciso advertir que el tema aunque se agravó infinitamente no comenzó con los teléfonos celulares; existe una época anterior. Esta caso de las Salas VIP de los aeropuertos, por ejemplo. Una de las ventajas de éstas, además de los bocaditos, sodas, refrescos, vinos, licores, diarios y revistas y lugares cómodos para hacer mas agradable la espera, ofrecían la posibilidad de realizar llamadas telefónicas sin cargo, por lo menos locales. Y había que ver a aquellos que llegaban , como urgidos, como si fueran el WC , y se abalanzaban sobre los teléfonos y comenzaban con las recomendaciones que se suponía deberían haber hecho antes de salir de casa y a dar cuenta a medio país que se iban de viaje. Y a toda voz. Pero uno siempre tenía la chance que ubicarse lejos de donde estaban los teléfonos, para poder leer, dormitar, o pensar tranquilo. Eso ya no es posible, se le instalan al lado, desenfundan y aunque uno no quiera ni le interese, se entera de todo. Porque siempre es a viva voz. No se, se me ocurre que así como existen los audífonos, habría que inventar una especie de bozal para proteger al entorno de esos vozarrones.

Con el cigarrillo era distinto. Primero había un porcentaje que tenía la cortesía de preguntarle : ¿ le molesta si fumo?. No conozco, en cambio, ningún caso de que a alguien le hayan consultado : “ ¿le molesta que hablo por teléfono a su lado mientras Ud. lee o trata de dormir?. Hubo una época menos restrictiva ( aclaro que no fumo), en que las salas tenía una zona para fumadores y otra para no fumadores y cada uno elegía ( no me refiero a las pequeñas habitaciones o a los lugares a la intemperie a los que hoy son confinados los que aún se atreven a fumar). Dividiendo las zonas uno puedo optar por no participar en conversaciones telefónicas que no tenía previstas en su agenda.

Claro que este no es un problema solo de las salas VIP. Pasa en los taxis, en los ferrocarriles, en los cines, en los teatros, en ¿ dónde no pasa? ¿Cómo hacer? ¿Apagar el celular? Uno queda desconectado con el mundo.

Lo que ocurre es que pasa en donde esta permitido y también donde esta prohibido. En donde no molesta y donde molesta. En donde no implica riesgo y donde es muy peligroso. Parecería que la solución es muy simple: solo consiste en hacer cumplir las normas a rajatabla y que se amparen y hagan respetar los derechos de todos y cada uno.

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