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Honores a los innovadores

Rafael Orduz
26 de marzo de 2012 - 11:00 p. m.

Son pocas las solicitudes de patentes que colombianos presentan en los Estados Unidos. Cubren innovaciones que van desde un método para jugar al póquer hasta un kit de limpieza dental.

La creatividad humana no tiene límites. Aplicada a la satisfacción de las más variadas necesidades, es la fuente principal de creación de riqueza. Una canción, una novela, un poema, una nueva variedad de una rosa, un dispositivo electrónico para comunicarnos, un programa de software para estudiar flauta, una silla que se adapta a las formas del cuerpo, son sólo ejemplos de actos de innovación que día a día irrumpen en nuestras vidas.

Más allá del mundo formal en el que, a veces, confluyen alguna universidad, un centro de investigación, una empresa, un inventor, para generar algunas innovaciones que se registran legalmente, es increíble la variedad de formas que el talento nacional asume. Los vericuetos del rebusque, los lícitos y los non sanctos, obligan al despliegue de la creatividad, incluyendo los números que artistas callejeros ofrecen en los semáforos hasta los submarinos hechos en Fontibón para el transporte de droga.

Sin embargo, en el mundo global actual, la formalidad manda. Quien invente algún producto o proceso y desee incursionar en el mercado de los Estados Unidos debe presentar una solicitud de patente en la oficina de patentes (USPTO). Al otorgársele patente por un número determinado de años, se protege al inventor permitiéndosele la explotación exclusiva del producto o proceso.

La solicitud y el otorgamiento de patentes en los Estados Unidos es, hoy por hoy, uno de los indicadores más importantes de la capacidad de innovación. Incluyendo todo tipo de patentes (de utilidad, diseño, especies vegetales), a Japón le fueron otorgadas 47 mil patentes en 2010, a Alemania 14 mil, a Corea del Sur 12 mil. Tan sólo del estado de California proceden más de 30 mil patentes.

Lejos, muy lejos, aparece Colombia, con nueve patentes aprobadas en 2010. Escarbando en algunos de los años recientes, se encuentran, a mucho honor, productos y diseños patentados como los siguientes:

Variedades de astromelias y otras flores (empresa de flores de Bogotá); diseños de cepillos térmicos para el cabello (Barranquilla); un colorante azul derivado de la Genipa americana (Medellín); un cuchillo ultrasónico para oftalmología (de un colombiano en una multinacional); un kit de cepillo de dientes con crema incluida para viajes (colombiano registrado en Texas); diseño de ollas para cocina (empresa de Medellín); diseño ornamental de un contenedor térmico (Bogotá); aislamiento de una proteína derivada del café (Fedecafé, con un centro de investigación de los EE.UU.).

En un país que patenta tan poco, los inventores, vinculados a empresas y centros de investigación visionarios, merecen máximos honores por innovar contra viento y marea. Más aún cuando parece haberse decidido por exportaciones de hidrocarburos y mineras, con poco interés en desarrollar sus capacidades de innovación.

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