Horrores desapercibidos

Patricia Lara Salive
10 de marzo de 2017 - 02:00 a. m.

Ha pasado desapercibido, justo en vísperas de la celebración del Día Internacional de la Mujer, uno de los más atroces horrores cometidos contra las menores en este país. Y ha quedado impune, como casi siempre ocurre:

Al paramilitar caldense Hernán Giraldo, extraditado en el 2008 por el Gobierno de Uribe a EE. UU., una Corte Federal de Washington lo acaba de condenar a 16 años de prisión por narcotráfico, y es de suponer que le descuenten, por lo menos, el tiempo que lleva preso, es decir, que deberá estar libre a más tardar en siete años, sin haber sido juzgado ni condenado por las centenas de violaciones que cometió cuando se paseaba como “El Patrón” de la Sierra Nevada de Santa Marta, matando por doquier con la complicidad de políticos y violando a las niñas que le venía en gana. Por eso lo apodaban “El Taladro”, pues usaba ese instrumento para torturar a sus víctimas, y violaba a las vírgenes aprovechándose, en muchos casos, de la ignominia de los padres que le entregaban a sus hijas para que abusara de ellas a cambio de unos pocos millones de pesos.

El Gobierno de Colombia debería pedir la extradición de Giraldo para juzgarlo y condenarlo aquí por violación de menores. Pero, además, el fiscal general, Néstor Humberto Martínez, tiene que investigar, capturar y hacer que se juzgue de inmediato, lo más férreamente posible, a los padres y madres que les vendieron sus hijas no sólo a Hernán Giraldo, sino a tantos monstruos que deambulan campantes. Testimonios de casos así hay innumerables en las investigaciones hechas por el Centro de Memoria Histórica.

“Se trataba de una costumbre del campo”, llegó a afirmar Giraldo. Y en otro testimonio se indicó: “Yo conocí tres muchachitas que fueron vendidas por sus padres a Hernán Giraldo, una era de 12, otra de 13 y otra de 15 (…) yo estaba en la casa de él cuando llegaron. Cuando eso sucedía, él mandaba a todos los que estaban en la casa a encerrarse en un cuarto y el que observara algo, ¡que se atuviera a las consecuencias! Yo observaba cuando llegaban el papá o la mamá junto con la menor. Hernán les pagaba (…) se quedaba con la menor en un cuarto”. Y otra testigo manifestó: “Él era el patrón y todo allá era para el patrón: la mejor gallina y la mejor niña”.

¡Qué horror! ¡Eso sucedió en este país! Y es inaudito que casos semejantes se repitan con frecuencia. Incluso esta semana la prensa contó la historia de una niña de 13 años que no entendía por qué su madre no la dejaba salir sola, la mantenía encerrada con llave y no le permitía tener novio ni amigos. Después lo supo: su mamá había vendido su virginidad: un día se la entregó a una mujer que le tomó fotos, le examinó la vagina, le advirtió bajo amenazas que debía hacer lo que le pidieran sin decir una palabra y se la llevó a un viejo gordo y agresivo que le hablaba en inglés. El tipo la desnudó y la violó. A su mamá le dieron un celular Nokia y dinero para pagar una deuda y comprar mercado.

El fiscal Martínez tiene que hacer algo tan eficaz en favor de nuestras niñas como lo que está haciendo contra la corrupción. Debe castigar ejemplarmente a los padres y madres que comercian con los cuerpos de sus hijas, y capturar y procesar a los violadores o cómplices de su violación y secuestro, así sean ellos generales de la República, como denunció que fue su caso la valiente periodista Jineth Bedoya.

¡Hay que golpear ya la cultura patriarcal, generadora de todas las violencias, señor fiscal!

www.patricialarasalive.com, @patricialarasa

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