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Incomprables

Alberto Carrasquilla
20 de marzo de 2014 - 04:02 a. m.

Palabras más, palabras menos, la historia es la siguiente. El señor Hatem Akouche, acaudalado ciudadano libanés, padece de un serio problema hepático y requiere de un tratamiento que, entre otras cosas, implica transplantarle tejido proveniente de un donante vivo. Decide hacer las cosas en España, donde al prestigio de su cuerpo médico se le suma que Akouche cuenta con una red familiar que simpatiza y es solidaria con su situación. El señor ofrece 40 mil, amén de la cancelación de todos los gastos, a cualquier interesado que resultase, al cabo de los exámenes del caso, compatible con sus requerimientos médicos. Al poco tiempo, ya había nueve personas interesadas en ser sometidas a los chequeos preliminares y dispuestas a perfeccionar la transacción, en caso dado.

El problema se hizo más complejo por un hecho nada sorprendente: resulta que las dos personas interesadas en vender tejido hepático, habiendo satisfecho todos los requerimientos médicos, son inmigrantes (un rumano y una argelina) y obviamente son personas muy necesitadas del dinero que el libanés estaba dispuesto a pagarles. La foto no podría ser más horrenda: un rico comprando  órganos de pobre. Todo un bocado de cardenal mediático.

Al llegar al hospital en Barcelona donde debía efectuarse la cirugía, el procedimiento fue rechazado por el cirujano. Resulta que, como es el caso en Colombia y en la inmensa mayor parte del mundo, en España es ilegal transar órganos a cambio de dinero –la donación deberá ser 100% “altruista”-- y al galeno le pareció que el parentesco entre libanés y rumano –éste le fue presentado como novio de la sobrina de aquél-- no era suficientemente cercana.  El donante, al final del día, fue un hijo suyo, inicialmente rechazado, y el procedimiento se llevó a cabo felizmente.

Al final del día, el resultado es razonable para casi todos los actores. El Sr. Akouche tuvo su transplante, si bien hubo de soportar jarteras. La clínica facturó una cuenta. El hijo se sometió a una donación que no es excesivamente riesgosa --la mortandad es de 1 entre 500 y la mitad de los donantes dicen que se vuelven a sentir perfectamente normal en un espacio de 6 semanas. Los jerarcas de la moral hicieron su agosto. Los inmigrantes conservaron su integridad hepática. Y así.

La historia es interesante porque en estos líos el final relativamente feliz en que desembocó es inusual en grado extremo. En Estados Unidos, por ejemplo, hay unas 121.7 mil personas en las diferentes listas de espera por órganos, 99.6 mil de los cuales requieren transplante de riñón. El problema es que, anualmente, y desde hace ya varios años, se hacen solamente unas 16 mil operaciones de este tipo, unas 5,7 mil de las cuales provienen de riñones obtenidos de donantes vivos. La gigantesca asimetría entre las necesidades y las donaciones efectivas tiene un correlato de espanto: mucha gente fallece esperando un órgano y la lista, no obstante, no ha hecho sino crecer en los últimos años. En Colombia las cifras son igualmente dramáticas. En el caso de riñón, la lista de espera era 1,500 personas en Septiembre de 2013, 50% más que un año antes, incremento inhumano que se debe al hecho simple de que el número de transplantes cayó dramáticamente (de 565 a 492), en buena parte debido a la falta de donantes, al tiempo que aumentó el número de personas que requieren el procedimiento médico para salvar su vida.

La falta de ética en que, según mucha gente, incurren las partes de una transacción que involucra dinero a cambio de un órgano tiene que sopesarse con el hecho de que a diario hombres, mujeres y niños mueren y que esas muertes serían evitables, en muy buena parte, si la oferta de órganos se expandiera significativamente. El mercado puede ser, de la mano de una vigilancia profesional y una regulación inteligente y seria, parte importante de la solución, como ha sido propuesto por Alexander Berger, un donante altruista quien tiene toda la autoridad moral para rechazar la prohibición a rajatabla. Tomemos el ejemplo de Iran, donde el aislamiento que impuso aquello de la geopolítica obligó a las autoridades a efectuar lo que, al cabo, resultó siendo un experimento iluminante: la compra y venta de órganos es perfectamente legal desde 1988. El resultado es contundente: sin negar que existen áreas para mejorar, en Irán la oferta de órganos excede las necesidades, caso que es único en el mundo.

@CarrasqAl

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