Innovación y ciencia: ¿la última oportunidad?

Cartas de los lectores
20 de agosto de 2017 - 09:00 p. m.

Por Iván Montenegro Trujillo

La distancia de nuestra sociedad y de sus élites con la investigación e innovación se explica, en buena medida, por el tipo de desarrollo institucional desde la Colonia, incluido el sistema educativo y el tipo de capacidades de los migrantes, y en el último siglo por la asimilación superficial de la racionalidad de la ciencia moderna a la manera de una “revelación” de índole religiosa, que dificultó que las ciencias contribuyeran a la modernidad en nuestro país (Villaveces, 1991).

A lo anterior se suma, en el último cuarto de siglo, el tipo de formación impartida a nuestra tecnocracia en las universidades norteamericanas, que puso exagerado e ingenuo acento en la fuerza del mercado como motor del desarrollo, a diferencia de los países de Asia del Este que, sin negar totalmente lo anterior, comprendieron la importancia de la innovación basada, al inicio, en la apropiación y transferencia de tecnología, y luego en la investigación estratégica y aplicada, con miras a lograr un desarrollo productivo acelerado y sostenido. Desde el plano académico también se relegó el interés en la equidad, muchas veces tachado de populismo y demagogia, sin reparar que, objetivamente, su ausencia es un obstáculo para el desarrollo productivo, a más de su imperativo ético en un continente con el más elevado grado de inequidad en el mundo.

Ello se refleja en que desde hace tres décadas la inversión colombiana en investigación y desarrollo no se ha acercado siquiera al promedio latinoamericano y hoy equivale a la décima parte de la de los países de la OCDE. Y para sorpresa: el caso de Estados Unidos, cuna del Consenso de Washington, muestra que el Estado norteamericano ha sido el líder de la innovación, y no sus empresarios, y que ha moldeado y creado mercados en ese país (Mazzucato, 2015).

Colombia se encuentra en una dramática encrucijada histórica, en lo político, social, económico y ambiental, y varias rutas se cruzan con la generación y gestión de la ciencia y la innovación. La economía tocó fondo y, por ahora, de manera tímida se proponen acciones que en estas campañas electorales deben ser analizadas de manera profunda, porque es el futuro mismo del país el que está en juego.

Algunas de las oportunidades para Colombia son: integración del mercado interno, integración comercial y económica con América Latina, acceso al mercado europeo y aprovechamiento de las oportunidades derivadas del nuevo modelo económico de la República Popular China y de Asia del Este, que precisan de esfuerzos sostenidos a largo plazo en transferencia tecnológica e investigación aplicada. La construcción de la paz requiere del conocimiento de las ciencias sociales y las humanidades para el entendimiento de emergentes fenómenos y procesos en el posacuerdo.

A corto plazo, la comunidad de investigadores ofrece programas de investigación para apoyar la construcción de la paz, y capacidades para la transferencia de tecnología existente a fin de generar innovaciones incrementales en el sector empresarial, que requieren el incremento del presupuesto de ciencia y tecnología del 2018 en un 10 % con relación al del presente año, y un acuerdo político inmediato para implementar el mejoramiento del Fondo de CTeI de regalías aprobado por el Congreso.

Estamos listos para iniciar un gran diálogo nacional con el objetivo de acordar una política de Estado en ciencia e innovación, enmarcada en la agenda 2030 para el desarrollo sostenible. En ella se deben identificar fuentes alternativas para la financiación pública de la I&D, como la contratación de un crédito externo para el fortalecimiento institucional y el apoyo a la investigación.

Es esta la oportunidad de apuntalar un renovado modelo de desarrollo productivo inclusivo basado en la innovación y la ciencia.

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