Inquietudes

Aura Lucía Mera
28 de marzo de 2017 - 02:00 a. m.

Desde hace más de un año dejé de ver noticieros. Simple higiene mental. Con muy pocas y honrosas excepciones, como Noticias Uno, están amañados, se sabe quiénes son sus dueños, su parcialidad política y sus posnoticias o posverdades. Se convirtieron en un amasijo informe de noticias sensacionalistas, manipuladas, donde la libertad de expresión se convirtió en libertinaje sin libertad objetiva.

Nada más grotesco que un noticiero de mediodía: una sucesión de matazones, escándalos, tragedias y sensacionalismo. Grima y vergüenza ajena. Es lo que producen. Y lo compruebo cada vez que me veo obligada a mirar la pantalla en alguna peluquería o establecimiento que los sintoniza.

Sin embargo, me enteré por noticias escritas en periódicos y semanarios de la pelea entre el Canal Capital de “antes” y “después”. Léase alcaldías de Petro y Peñalosa. Una serie de acusaciones y aclaraciones mutuas que me parecen extemporáneas y bizantinas y no conducen a nada.

Nadie puede negar que Canal Capital se convirtió en el más importante del país bajo la dirección de Hollman Morris. Por primera vez en Colombia salía al aire una programación diferente, audaz, que analizaba temas sociales, que les concedía la palabra a los que jamás tuvieron voz, pionera en espacios culturales, ambientales...

Con su retiro, el canal se vino abajo. Perdió interés y audiencia porque se volvió uno más, o más aburrido que los demás.

Ahora la presentadora es Claudia Palacios, quien con su profesionalismo está recuperando audiencia, aceptando este difícil reto de devolverle a este canal la importancia que tuvo.

Esto inexplicablemente se ha convertido en una pelea política entre petristas y peñalosistas. Me parece bizantino, fuera de lugar y absurdo. A dios lo que es de dios y al césar lo que es del césar. Hollman Morris logró lo impensable: llegar a la audiencia nacional, batiendo récords en un canal regional. Claudia trabaja incansablemente para recuperar sintonía y ofrecer programas interesantes y de fondo. ¿Por qué tienen que sacarse los ojos e inventar trapos sucios para sacarlos al sol sabiendo que en Bogotá siempre llueve?

Triste que Colombia haya perdido un periodista de la talla de Morris quien se retiró de su profesión para meterse en las arenas movedizas de la política. Pero la política es un virus que, cuando ataca, no tiene cura, y menos ahora cuando todos están locos.

***

Patética la posverdad difundida con mala intención y aceptada sin ningún reparo sobre que “el papa Francisco no viene a Cali en castigo por las declaraciones de monseñor Darío de Jesús Monsalve, arzobispo de Cali”.

La visita a Cali de Francisco jamás estuvo ni siquiera contemplada... y la agenda ya estaba planeada desde hace más de un año. Se escogió Medellín por haber sido la sede del famoso y revolucionario Documento de Medellín, donde fueron aprobadas por Pablo VI las Conclusiones de la Celam, siendo su presidente don Avelar Brando Vilela y secretario general Eduardo F. Pironio.

Documento para transformar la presencia de la Iglesia en América Latina a la luz del Concilio Vaticano II y afirmar que la tarea de la Doctrina Social Cristiana era, además de anunciar el Evangelio, denunciar las injusticias, dirigir su mirada hacia los más abandonados y trabajar de lleno en temas de justicia, paz, educación y familia. Este Documento se firmó en septiembre de 1968. Medellín fue nombrada “la Pentecostés de América Latina”. Francisco por eso la eligió.

Cartagena figura en la agenda no por los miles de turistas que llegan en los cruceros, sino porque la fecha coincide con la fiesta de San Pedro Claver y la liberación de la esclavitud.

¿Nos quedó claro? ¿Hasta cuándo vamos a seguir tragando mentiras tuiteras y wasaperas?

Mientras tanto, el arzobispo Monsalve está amenazado de muerte con panfletos, audios y anónimos... y nadie reacciona. ¿Qué nos pasa? ¿Tenemos anestesiado el corazón? ¿Perdimos la capacidad de análisis y de reacción? Invito a la reflexión. No podemos dejarnos arrastrar por el torbellino de la inmediatez y la insidia, la intolerancia y la polarización.

 

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