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Institucionalistas y neocepalinos

Adolfo Meisel Roca
09 de noviembre de 2012 - 11:00 p. m.

Hay una paradigma que empieza a dominar los estudios de historia económica en Latinoamérica: el llamado institucionalismo.

De acuerdo con esta orientación, lo que determina en última instancia el crecimiento económico de los países son las reglas de juego que orientan las actividades económicas. El reciente libro de dos de sus más caracterizados exponentes, Daron Acemoglu y James A. Robinson, titulado ¿Por qué fracasan las naciones?, se ha convertido en un éxito editorial.

El ascenso del institucionalismo como orientación intelectual que empieza a guiar los estudios del desempeño económico de nuestra región en el largo plazo fue evidente en el III Congreso Latinoamericano de Historia Económica realizado en Bariloche el mes pasado. Eso a pesar de que los organizadores locales no quisieron invitar a ninguno de los más celebres exponentes del institucionalismo, pues ellos mismo son más afines a las versiones neo de un paradigma que fue muy influyente en los estudios de historia económica de Latinoamérica desde la década de los 50, el cepalismo.

Entre los temas en los cuales el institucionalismo ha hecho estudios que resultan muy sugestivos para los historiadores económicos están los relacionados con el legado colonial. Por ejemplo, Acemoglu y Robinson sostienen que el tamaño del grupo colonizador determinó qué tan incluyente o extractivas fueron las instituciones creadas en el período colonial y que éstas han tenido gran persistencia en el tiempo. Por esa razón, el Canadá es hoy un país muy próspero y Jamaica no lo es, a pesar de que fueron colonizados por Inglaterra. En esa línea de investigación se han escrito en la última década muchos trabajos.

Por ejemplo, Melissa Dell publicó un artículo mostrando cómo aquellas localidades del Perú y Bolivia donde existió la mita minera son hoy más pobres que los lugares vecinos donde no existió. Según esta autora, la razón fue que en los lugares donde había mita no se consolidó tempranamente la hacienda, pues ésta tenía que competir en su demanda de trabajadores con la mita. Adicionalmente, en los sitios donde se pudo desarrollar la hacienda, ésta logró un poder político regional que fue efectivo en atraer inversión en bienes públicos locales, como vías y educación, lo cual facilitó su crecimiento en el largo plazo.

Algunos historiadores latinoamericanos son críticos de los trabajos empíricos que se están produciendo sobre nuestra región bajo la orientación intelectual del institucionalismo. Entre las objeciones que formulan está la de que eso ya había sido dicho en la historiografía nuestra. Esto es cierto. La diferencia es que se había dicho de una manera más narrativa, impresionista. Uno puedo encontrar un tipo de análisis cuasi institucional en Jaime Jaramillo Uribe y sus discusiones sobre los legados coloniales en las diferentes regiones de Colombia. La ventaja que tienen autores como Acemoglu y Robinson es que han formulado sus argumentos de una manera analítica formal y que, además, han realizado un esfuerzo por someter sus hipótesis a estimaciones cuantitativas rigurosas.

En contraste con la gran capacidad del institucionalismo para inspirar trabajos empíricos novedosos, el sello de un paradigma en expansión, encuentro que el neocepalismo se limita a reciclar los viejos temas de la Cepal, términos de intercambio, industrialización, proteccionismo-liberalización, comercio exterior. Parecería, además, manifestar una nostalgia por un pasado poco idílico de industrialización por sustitución de importaciones.

Por todo esto pienso que en los próximos años veremos que de manera creciente el institucionalismo hará los aportes más significativos para el estudio de la historia económica de nuestra región.

 

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