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Intervención cambiaria y recuperación industrial

Eduardo Sarmiento
28 de febrero de 2016 - 03:49 a. m.

Las firmas calificadoras de riesgo y los centros de estudio afines al Gobierno, que durante años sostuvieron que la economía evolucionaba en forma perfecta y que era diferente al resto de América Latina, han tenido que rectificar. La firma Standard & Poor’s cambió su perspectiva de positiva a negativa, y dejó en entredicho el grado de inversión que el país obtuvo luego de 12 años.

Las principales razones para reducir el grado del país fueron el déficit en cuenta corriente del 7% del PIB y el déficit fiscal de 3,7%. De tiempo atrás advertimos que el déficit en cuenta corriente acumulado por la devaluación de diez años ascendía a 4% del PIB y anticipamos que la caída inevitable del precio del crudo lo ampliaría a 7%. Por lo demás, lo normal es que el déficit en cuenta corriente acabe manifestándose en un déficit fiscal del mismo orden. Curiosamente, las condiciones que llevaron a S&P a degradar la economía colombiana son las mismas que existían hace un año y medio cuando destacaban el desempeño de la economía colombiana de excepcional.

Para completar, la política de devaluación adoptada para reducir el déficit en cuenta corriente aplaudido por las firmas calificadoras fracasó, porque se basó en estudios universales del FMI que desconocían la alta dependencia de la economía colombiana en las commodities y el elevado componente importado con respecto a las exportaciones. Lo cierto es que la devaluación elevó más los costos que los ingresos de las empresas manufactureras.

Ahora, las firmas calificadoras condicionan la próxima nota a que el país adopte una reforma tributaria que baje drásticamente el déficit fiscal. Se repetiría la historia de 1999. En ese entonces, para evitar los efectos inflacionarios de la devaluación y corregir el déficit en cuenta corriente, se elevó la tasa de interés a 70%, se redujo drásticamente el gasto público y se adoptó una severa reforma tributaria. El expediente provocó la mayor caída del producto de la historia registrada del país, disparó el desempleo y la pobreza, y precipitó en crisis al sector financiero.

El drama está en el orden económico internacional de prioridad a la inflación tipo de cambio flexible y balance fiscal, que constituye la cartilla de las firmas calificadoras de riesgo y se concibió para un mundo de tasas de interés positivas. No se ha entendido que en las economías con excesos de ahorro las políticas fiscales y monetarias tradicionales no garantizan la reactivación de la producción y el empleo. La política fiscal es limitada por el endeudamiento y la monetaria por la tasa de interés cero. La recuperación de las economías no es posible sin una abierta intervención en los mercados cambiarios en la compra de divisas. Así ocurrió en Estados Unidos, que inundó al mundo de dólares, en Europa que hizo lo propio con el euro y en los países del sur de Europa, que deprimieron en forma draconiana el salario real.

Colombia no es la excepción. Está visto que los buenos oficios para bajar la inflación y ocultar el déficit fiscal contraerían la producción y no corregirían el déficit en cuenta corriente. En cambio, si el Banco de la República interviene el tipo de cambio y el margen monetario se emplea para financiar el déficit fiscal, se evitaría que la economía se precipite en recesión y entre en inflación inercial. Más aún, si se adopta una política comercial y cambiaria selectiva que les otorgue tratamiento especial a los bienes que el país está en mejores condiciones de producir y disponen de demanda mundial, y se avanza en una política industrial y agrícola que identifique y estimule los proyectos que reemplacen la factura petrolera, se daría un paso firme para erradicar el déficit en cuenta corriente y recuperar el desarrollo sostenido.

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