Israel, Palestina

Jorge Iván Cuervo R.
01 de agosto de 2014 - 03:19 a. m.

El conflicto entre Israel y los palestinos es de los más complejos de entender en el mundo actual, debido a que tiene componentes nacionalistas, étnicos, religiosos, culturales, políticos e históricos que hacen difícil una lectura definitiva a la distancia.

Adicionalmente, la gran mayoría de medios occidentales, que son nuestra principal de información, tienden a invisibilizar la causa palestina y a sobre exponer las razones israelíes, legitimándolas en el contexto de la lucha contra el terrorismo islámico, para lo cual, cuenta con su gran aliado, Estados Unidos. En ese contexto, toda crítica a la manera como el Estado de Israel defiende su territorio y a sus ciudadanos cuenta con la descalificación moral a quien se mete con un pueblo que, como el judío, ha sufrido múltiples persecuciones a lo largo de la historia, siendo la del Holocausto la más reciente, injusta y abominable. Como lo señaló el intelectual palestino Edward Said: “nos tocó lo más difícil, ser víctimas de las víctimas”.

Más allá de la discusión histórica sobre la presencia de un Estado judío en Palestina, promovida por el sionismo, un movimiento nacionalista que impulsó la reunificación del pueblo judío en un solo lugar, y al hecho de que la comunidad internacional con la resolución 181 de 1947 de Naciones Unidas avalara la partición de Palestina - lo cual produjo la primera guerra entre árabes e israelíes en 1948 - lo determinante es que en el Israel de hoy ha hecho carrera la doctrina de la línea dura de no reconocer un Estado palestino, no negociar y hacer valer el peso militar de la ocupación, sin contemplaciones con los daños colaterales, es decir, muerte de civiles y destrucción de infraestructura civil, porque como dijo recientemente un general del ejército israelí, en la medida en que los civiles camuflan a militantes de Hamas, sus muertes se justifican.

Esta doctrina sustenta la actual ofensiva que ya deja más de 1200 muertos y 6700 heridos palestinos, la mayoría de ellos civiles, incluyendo mujeres y 339 niños, según cifras de Unicef, y también 56 israelíes, la mayoría militares, pero también 6 niños heridos por ataques de mortero lanzados desde Gaza. La Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados Palestinos (UNRWA), señaló el número de refugiados en 200 mil, cerca de un 10% del total de población en la franja.

El factor detonante de la actual coyuntura fue el secuestro y muerte de tres jóvenes israelíes, que el gobierno de Benjamin Netanyahu ha atribuido a Hamas, y la posterior retaliación de unos judíos radicales de quemar vivo a un joven palestino. Pero en el trasfondo está el acuerdo entre Hamas y Al - Fatah para lograr un gobierno de unidad nacional en Gaza y Cisjordania, lo cual repugna a Israel porque podría ser el camino para estabilizar cierta legitimidad y reconocimiento internacional que permitiera el surgimiento de un Estado.

Hamas cuenta con que el sacrificio de civiles no afecta la legitimidad de su causa porque haría parte del costo de todo árabe palestino para enfrentar al invasor, lo cual deja a la población civil a merced del fundamentalismo de un grupo y la indiscriminada y desproporcionada reacción de Israel que ha decidido adelantar su ofensiva sin respeto alguno por las normas del DIH, y de esa manera castigar al pueblo palestino en su conjunto, una actitud que podría calificarse de una suerte de limpieza étnico –religiosa o de genocidio camuflado en la lucha anti terrorista.

Si la comunidad internacional no interviene con mayor determinación y establece un marco exigible de restricción a Israel, tanto para la ocupación – salir definitivamente de Gaza y Cisjordania- como para los ataques, estaríamos asistiendo al exterminio de un pueblo a manos de un Estado democrático que alega la legítima defensa de sus ciudadanos ante los ataques de un grupo terrorista.

@cuervoji

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