A mano alzada

Japón: política y poesía

Fernando Barbosa
22 de julio de 2017 - 10:32 p. m.

Una de las tradiciones más arraigadas en la corte imperial de Japón es la poesía. Emperadores, príncipes y aristócratas escribían poemas, participaban en concursos, hacían política con sus versos y, por supuesto, era el modo preferido de comunicación entre los amantes. La costumbre se ha mantenido y no es poca la trascendencia que aún conserva.

En una reunión con los altos mandos y el alto gobierno para decidir la guerra con Estados Unidos —septiembre de 1941— Hirohito trataba de impulsar una salida diplomática pues la presión de los militares iba en otra dirección. El emperador, entonces, leyó este poema de su abuelo, el emperador Meiji:

“Creía que este era un mundo / en que todos éramos hermanos. / A través de los cuatro mares / ¿por qué, entonces, las olas y los vientos /surgen tan tormentosos?”

Años más tarde, ya pasada la Guerra, en 1946, Hirohito escribió este otro en el que urgía a su pueblo a olvidar el pasado:

“El pino es magnífico / no pierde su color / y soporta la nieve. / Así, como él, / debería ser el pueblo”.

Los siguientes son del actual emperador Akihito. El primero está relacionado con la conmemoración de los 70 años del bombardeo nuclear a Hiroshima y Nagasaki:

“En el monumento / en donde impactó la bomba / crisantemos blancos / rogando porque no se olvide / aquel lejano día”.

Y el segundo, de 2016, escrito en honor de los colonos japoneses que se asentaron en Manchuria y Mongolia durante la guerra:

“Penurias más allá de las palabras / siguieron al fin de la guerra / para aquellos colonos / que ahora hablan de esos días / con gestos amables y suaves”.

De la actual emperatriz Michiko, escrito durante la conmemoración de los 2600 años de la muerte de Jinmu, el primer emperador, figura legendaria, pero considerado como el fundador de la actual línea imperial, es este:

“Fue como si escuchara / la suave brisa del largo pasado. / Mientras caminábamos / hacia el frente del santuario / crujían las hojas de los robles”.

Y el príncipe heredero, Naruhito, que ascenderá al trono el próximo año cuando abdique su padre, continuará la tradición junto con su esposa, la princesa Masako. De él es este que escribió en el nacimiento del río Tama:

“Deslizándose / bajo la sombra de las rocas / las gotas de agua de la montaña / crecen en el río / que fluye hasta el valle”.

Y este último, escrito en un verano, en la Villa Imperial de Nasu por la princesa y futura emperatriz Masako:

“Mientras los tres, / padres e hija / recorríamos los campos de Nasu, / le enseñaba a mi niña / los nombres de las flores del otoño”.

Si nos comparamos con los japoneses, debemos declararnos en la otra orilla. Nos queda, quizás, añorar al presidente José Manuel Marroquín.

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