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La ciencia se comparte en los bares

Columna del lector
22 de junio de 2015 - 01:26 a. m.

Mi amigo Martín y yo nos dirigíamos con paso presuroso a la estación de Castelldefels. Queríamos llegar a tiempo a Barcelona para asistir a uno de los bares donde se iba a desarrollar una charla científica sobre un tema que nos era de interés.

¿Suena muy extraño, verdad, la combinación de bares con ciencia? Pero sí, en Barcelona, así como en otras ocho ciudades de España, y otras 40 ciudades de otros ocho países, al mismo tiempo se desarrollarían charlas similares sobre temas científicos, que iban desde la nanotecnología, pasando por la astronomía y llegando hasta lo ordenadores cuánticos, en una iniciativa conocida como Pint of Science.
 
Ya en el tren, la verde campiña catalana nos regalaba su  tranquilidad, mientras el sol resplandecía con todo fervor, haciendo que sus rayos penetraran hasta en el más mínimo rincón de los vagones. Frente a nosotros, un par de niños franceses jugueteaban alegremente ante la despreocupada presencia de sus padres, que se habían embebido en una conversación alternada entre risas y seños fruncidos.
 
Llegamos a la estación de Barcelona Sants y después de tomar el metro, y caminar unas cuantas cuadras, hacíamos nuestro arribo al bar Garage Beer, donde a las 20h estaba programada una charla relacionada con los últimos adelantos investigativos de los procesos neuronales del cerebro.
 
El bar estaba a rebosar. Por suerte, mi amigo y yo tuvimos la precaución de reservar una mesa, a la cual diligentemente el mozo tuvo a bien llevarnos después de presentar nuestras respectivas identificaciones. Llegamos justo a tiempo. El científico comenzaba su charla ante la expectación de todos. En nuestras mesas, en vez de bolígrafos y cuadernos de notas, sendos jarros y botellas de espumeante cerveza nos acompañaban, prestas a ayudarnos a procesar mejor toda la información que se nos iba a compartir.
 
Mientras el investigador disertaba, en las más diversas poses todos seguíamos con vivo interés sus palabras, que de cuando en cuando se dejaban acompañar por el sonido de un líquido vertiéndose en un vaso. Sumido en la atmósfera del ambiente, reflexionaba cómo sería de distinto el mundo si Galileo Galilei, Isaac Newton, Albert Einstein, y todos esos grandes científicos, hubiesen también compartido los resultados de sus metódicas investigaciones en un pub, rodeados de los más variopintos personajes de la bohemia de sus tiempos. ¿Qué borrachito hoy desconocido por la historia, habría derivado en un sesudo investigador, dotando a la humanidad de singulares descubrimientos?
 
Llegó el momento de las preguntas, algunas de ellas muy bien traídas, y a las cuales el investigador respondía con una gran amabilidad. Las manos se alzaban por todos lados. Definitivamente la charla había despertado una gran curiosidad por conocer más y más del tema. 
 
Mi amigo y yo no quisimos quedarnos atrás de ese concierto de manos alzadas, y levantando al mismo tiempo las nuestras, hicimos una señal de V con los dedos, y dirigiéndonos al mozo gritamos al unísono: ¡mozo, dos más por favor!
 
José Díaz Montenegro

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