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La cuerda floja

Catalina Ruiz-Navarro
29 de agosto de 2009 - 09:19 a. m.

No es la primera vez que alguien duda del género de Caster Semenya, la atleta surafricana que acaba de ganar la medalla de oro por los 800 metros planos.

Su tía cuenta que cuando era una niña sus compañeritos se la montaban dudando de su feminidad, y ella los convencía sin más argumentos que sus golpes. En bachillerato, en las competencias de atletismo, las jóvenes contrincantes le preguntaban con gritos si era hombre o mujer, y Semenya les contestaba mostrándoles en el baño,  que sus genitales se parecían a los que ellas reflejaban en el espejo.

Debe ser muy difícil vivir una vida en la que a uno le piden constantemente que se baje los pantalones/ levante la falda, sin siquiera tener el desenlace feliz del sexo. Pero bueno, en deportes el cuerpo se examina como un objeto, no como una construcción posmoderna de bla bla bla, así que el género no es una decisión personal. Ha habido avivatos que se hacen pasar por chicas para ganar y por eso desde los años 60 examinar el género de las concursantes es casi obligatorio.

Hay casos que las atletas se ven y se sienten como mujeres,  pero “son” hombres “cromosómicamente”. Esto le pasó a Shanti Sounderajan, en el 2006, después de ganar una medalla y ser sometida a una “prueba de género” se enteró, de que “en realidad era un hombre” aunque toda la vida había pensado lo contrario, y perdió su medalla.

Otros casos tienen que ver con el consumo de drogas. El/la atleta Heidi Krieger tuvo un tratamiento hormonal tan agresivo que quiso  someterse a una operación de cambio de sexo y vivir como hombre. Quien le suministró las hormonas fue el doctor Ekkart Arbeit, hoy en día jefe de entrenadores del equipo sudafricano, y esto alborotó las sospechas en el caso de Semenya.

Pero no, no era cuestión de drogas. Así que la atleta se hizo la tal prueba de género, cuyos resultados no han sido revelados todavía. Pero, ¿puede dicha prueba contradecir a Semenya? Si tuviera tal desorden cromosómico, si es un XXY, o sobreproduce andrógenos y se ubica en esa línea difusa entre hombre y mujer, humano y dios, ¿qué?

Nada más insuficiente que las categorías de género pues nadie tiene claro cuál es el factor que puedadirimir, contra toda duda, si uno es hombre o mujer. No nos podemos confiar en la apariencia y revisar los genitales no basta, pues podría haber genitales de un sexo y entrañas de otro. ¿Qué es ser mujer? ¿Orinar sentada? ¿Producir estrógenos? ¿Si se produce más testosterona se es menos mujer? ¿Quién tiene la última palabra?
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“No vamos a dejar que los europeos definan y describan a nuestros hijos” dijo Leonard Chuene, el presidente de atletismo en Suráfrica. Eso es una clara referencia a la Venus de Hottentot: en 1810 una surafricana llamada Saarjite Bartman fue llevada a Inglaterra y a Francia para exponer su anatomía de “negra primitiva”. Los surafricanos no lo han olvidado, y por eso descreen de la objetizaciónn científica y la certeza europea.

Eso es precisamente el problema: la certeza. Sea lo que sea que tenga Semenya, basta verla par saber que se ubica en un campo difuso de la línea que nos enfrenta con los hombres. Semenya reta nuestros límites y nos obliga a cuestionar la forma tan ordenadita en que comprendemos el mundo. 

En dibujo, lo primero que uno aprende es que las líneas no existen, son una construcción mental por medio de la cual entendemos el mundo. Es natural que uno se refiera al  mundo en esos términos, como si tuviera líneas, porque así se simplifica la cosa y todos nos entendemos mejor. Caster Semenya nos recuerda que nuestras categorías se ajustan al mundo y no el mundo a nuestras categorías y que las líneas, en efecto, no existen, son más bien una maraña de cuerdas flojas. Me encantaría que de una de estas cuerdas pronto colgara una medalla.

catalinapordios.blogspot.com

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