La decencia en la política: la lección del profesor Hoyos

Columnista invitado EE
20 de enero de 2013 - 06:00 p. m.

El pasado 5 de enero, con la muerte del profesor Guillermo Hoyos, Colombia perdió a un vigía difícil de reemplazar. Filósofo, maestro y ciudadano activo, su vida y su obra nos dejaron un mensaje: la ética es importante para la salud de la democracia.

A partir de una visión optimista de la humanidad heredada del filósofo alemán Immanuel Kant, Hoyos creyó siempre que el ser humano es capaz de cooperación, altruismo y acción moral. Esa convicción le permitió, además, creer en la democracia hasta el último día de su vida.

Cuando Hoyos hablaba de ética y democracia no se refería a la moral religiosa, sino a la que surge de la autonomía de la conciencia, que es el atributo definitorio del ciudadano moderno; que es un sujeto libre y autónomo, capaz de entender el valor del respeto por el otro, la diversidad y el pluralismo, y por eso respeta el contrato social, que en Colombia es la Constitución de 1991.

La Carta Política es un pacto entre todos los sectores sociales y políticos del país; y fue un tratado de paz, que por primera vez en la historia, utilizando la expresión de Hernando Valencia Villa, no significó que un sector de la sociedad se impusiera sobre los demás. Es, también, la primera Constitución que se inspira en el principio de la dignidad humana, garantiza las tres generaciones de los Derechos Humanos y celebra el pluralismo en términos religiosos, étnicos, políticos y sexuales. Además, pretende que la ciudadanía tenga injerencia en las políticas públicas más allá de las elecciones, y asegura la transparencia en la gestión pública. Ese espíritu democrático de la Constitución fue lo que determinó que Hoyos la defendiera y la promoviera en sus clases universitarias, libros y diversos escenarios a los que fue invitado a expresar sus ideas, dentro y fuera del país.

Siendo, tal vez, el pensador latinoamericano que mejor conocía la teoría crítica de la sociedad desarrollada en la Escuela de Frankfurt, Hoyos se dedicó a estudiar al pensador alemán Jurgen Habermas y a pensar en qué podía aprender la sociedad colombiana de esta propuesta de democracia deliberativa, basada en una ética construida intersubjetivamente a partir de la comunicación bienintencionada. Paralelamente, trabajó sobre la propuesta de John Rawls, filósofo norteamericano que planteaba la necesidad de construir un “consenso entrecruzado”, que no es otra cosa que un acuerdo sobre mínimos en torno de las instituciones democráticas y la cultura política democrática.

El análisis de la realidad colombiana a partir de estas teorías, llevó a Hoyos a la conclusión de que en Colombia hay un déficit de cultura política democrática, siendo esto lo que determina que nuestras instituciones no funcionen como deberían, que la corrupción sea tan difícil de combatir, que los ciudadanos sigan dejándose influir por el clientelismo, y que algunos decidan usar las armas en vez de las palabras para incidir en la política. La cultura política, según Hoyos, es nuestra asignatura pendiente.

Cultura política democrática significa participación ciudadana activa, exigencia de transparencia, rendición de cuentas, decir no a la cultura del atajo y del todo vale, respetar los recursos públicos como sagrados, rechazar la violencia, y luchar por la materialización del Estado Social de Derecho. Significa, además, cultura de paz: la paz estable y duradera no es otra cosa que el sueño kantiano de la paz perpetua.

Cultura política democrática significa, en suma, hacer Política con P Mayúscula, como ejercicio del poder para el bien común. Política como forma de hacer realidad las condiciones para que todos los colombianos tengan una vida digna.

Es tiempo de pensar la política y crear otros paradigmas que atraigan nuevas audiencias, con ideas y metas realizables. Las profundas transformaciones que vive Colombia, que la han convertido en el epicentro de las miradas de la comunidad internacional, deben estar acompañadas de una profunda renovación política. Por supuesto, la meta esencial de esa labor es la construcción colectiva de un país en paz, con justicia social y una democracia ampliada, en donde tengan cabida todas las expresiones ideológicas democráticas, existan plenas garantías a la oposición y las organizaciones sociales, y quede proscrita para siempre la lucha armada.

El país que estamos construyendo, bajo el liderazgo del Presidente Juan Manuel Santos, busca dejar atrás la oscura noche de la violencia que nos ha azotado durante los últimos 50 años. Las ideas que nos dejó el Profesor Hoyos son fuente de inspiración para seguir avanzando en esa misión. Un sentido de la ética política arraigada en nuestro modelo democrático garantizará que sea cierto el sueño común de un país en el que se escuchen las palabras y no el ruido de las balas, y donde la politica sana, de ideas, prospectiva, compromiso, altruismo, vuelva a ser el eje de nuestra manera de solucionar las diferencias.

El profesor Hoyos nos recordó con su vida que Colombia está pidiendo con urgencia devolverle la decencia a la política. Una tarea en la que estamos avanzando. El proceso electoral que se aproxima es una oportunidad para dar nuevos pasos en esa dirección. Elegir bien es, también, una lección de ética.

 

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