La décima

Antonio Casale
12 de junio de 2017 - 02:43 a. m.

Ayer, Rafael Nadal conquistó por décima vez el Roland Garros. Si ganar un torneo de Grand Slam en una ocasión es una proeza reservada solamente para algunos monstruos, es inimaginable el tamaño de la hazaña lograda por el español.

Aunque esta vez lo ganó con una facilidad que pocas veces se vio, pues no cedió ningún set, lo que hay detrás es la historia de un gladiador que había disminuido notablemente su poder en las dos temporadas anteriores, pero que a pesar de todo lo logrado no perdió la sed de gloria. Competitivo como el primer día, para 2017 Rafa Nadal hizo importantes cambios y supo aguantar aspectos que le impedían volver a ser el mismo.

Comencemos por lo último. El tío Toni, que nunca fue tenista pero siempre ha sido su entrenador, anunció que el próximo año no acompañará más a su sobrino, pero la decisión la tomó él y no Rafa, a pesar de que los críticos decían al unísono que su eterno compañero no tenía nada más por aportarle. Eso sí, adicionaron al equipo de trabajo a quien fue el ídolo de infancia el manacorí, Carlos Moyá, ex tenista número uno del mundo y paisano de Nadal.

La preparación cambió. Rafa decidió no competir en el final de la temporada pasada por una lesión que no revestía gravedad. Se tomó unas buenas vacaciones, pero hizo una pretemporada más larga de lo habitual, lo que le permitió que su físico, una de sus grandes fortalezas de este año, estuviera al ciento por ciento. Ninguna lesión en el primer semestre y una potencia en su juego de piernas apenas comparable con sus primeros años de carrera, son el resultado de ese trabajo.

También hizo cambios importantes en su raqueta, a la que le añadió algunos gramos en la punta de la cabeza para ganar en efecto martillo. De esa manera su saque se hizo más potente, sacrificando algo de control en el resto de golpes, razón por la cual ahora busca jugar puntos más cortos aprovechando su gran potencial de efectos.

Por otro lado, la madurez que le aporta la experiencia y el hecho de estar ya en sus 30 en un buen estado físico le permiten gestionar mentalmente mejor los momentos de presión. Este es un aspecto definitivo en el deporte de alto rendimiento, poder llegar a esa edad y explotar la madurez emocional es una gran ventaja.

Ahora viene la temporada de césped y la reaparición de Roger Federer, que no estuvo en la gira de polvo de ladrillo. No será fácil que Nadal mantenga el nivel en una superficie en la que hace tiempo no rinde, pero con este tipo de monstruos nunca se sabe. Siempre que uno cree que están de salida, sorprenden con otra tonelada de talento. Nadal por diez en Roland Garros será muy difícil de superar.

 

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