La dejación

Lorenzo Madrigal
06 de marzo de 2017 - 02:00 a. m.

Las armas entregadas o por entregar me han parecido siempre un mero símbolo y casi un juego de niños. Ese acto teatral se ha prestado para engaños, se ha hablado de fusiles de palo, de combatientes disfrazados, con cortes de peluquería moderna y de asesores de paz perseguidos y en el exterior, tras una supuesta pantomima.

Es como lo de los campamentos (no por sabotearlo todo, aunque esta paz de Santos se las trae), donde los guerrilleros desmovilizados no lo están, sino por el contrario, agrupados y bajo órdenes, como se les enfilaba también en las cárceles.

Yo no supe que el M-19 procediera de igual forma, con resguardos en sitios estratégicos y como esperando darle el abrazo de oso al país. Recuerdo cuando Carlos Pizarro (para las periodistas “el comandante papito”) entregó finalmente su arma personal, colocándola sobre las de sus compañeros, dizque destinadas a un monumento; y eso es otra cosa, monumento que no conozco. El más parecido, aunque muy anterior en la historia, es la estatua metalmecánica de Gandhi, obra de Felisa Burstyn, engendro artístico de tuercas y varillas.

Pero en esta época de mercado de armas por todo el mundo, lo de menos es tenerlas decomisadas cuando es relativamente fácil comprarlas, habiendo los medios, en muchos sitios de venta, desentendidos de su uso. Dizque las van a guardar en contenedores, que no han llegado y estarán al cuidado de la ONU, cuyas llaves bien podrían embolatarse en un baile. ¿Y quién las mantiene sin oxidación y con los requisitos de su conservación en buen estado, a fin de que puedan hacer bien el mal que hacen?

En cuanto a monumentos, creo en el de Cuba: allí puede ser de interés el testimonio histórico de haber penetrado, por fin, el territorio colombiano, tan negado al castrismo en época de gobiernos democráticos. En el de Washington no creo ni veo a Trump inaugurándolo y el fetiche de Colombia estoy seguro se decreta, se giran anticipos y podremos verlo algún día. ¿Para qué un monumento de fusiles fundidos? Tal vez Negret haría maravillas con eso, pero ya no está entre nosotros. Malaya.

Sigan esperando las armas, sigan construyendo campamentos con palitos de tabaco y baterías de cocina y sanitarias tardías, sigan bailando; vuelva Hollande o Macron y nos visite las explanadas, mientras algún duendecillo malicioso por ahí, se ríe, se ríe. El país estará tomado por tropas desarmadas, pero tropas, disciplinadas bajo una ideología, que los catecúmenos estudian hoy por hoy, bajo carpas provisionales.

Lástima que se necesite un rating en encuestas; lástima que tenga que ser avalado por los que hay; lástima que tenga que darse a conocer hasta in puribus. Porque si no, les tengo el candidato: Pablo Felipe Robledo, otro Robledo honrado.

 

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