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La desaceleración inminente

Rafael Rivas
10 de diciembre de 2014 - 01:15 a. m.

Hace unos días, el ministro de Hacienda reiteró que la paz y las carreteras aumentarían la tasa de crecimiento en 2 puntos porcentuales.

¿Es esto probable? ¿Es posible? No.

La tasa de crecimiento del ingreso per cápita en Colombia en los últimos 100 años es 2,3%. En los últimos 75 años es 2,0%. En los últimos 50 es 2,2%. En los últimos 25 es 2,1%. ¿Es verosímil que si se construyen unas carreteras un poco mejor diseñadas la tasa de crecimiento del ingreso per cápita pase de poco más de 2% a 4%? (Hay que suponer que el ministro no piensa que las mejores carreteras van a aumentar la tasa de fertilidad, así que cuando postula un aumento de la tasa de crecimiento, hay que mirar la tasa per cápita).

El crecimiento del ingreso per cápita depende del progreso tecnológico. En Colombia ha sido muy estable (con pocas excepciones) y está entre las más altas de la región. El conflicto ha causado mucho sufrimiento, pero hay poca evidencia de que haya disminuido sustancialmente el crecimiento. Los estudios que así lo sostienen parecen no tener en cuenta que el aumento de la violencia a fines de los años 90 coincidió con una crisis de financiación global que generó una recesión fuerte en Colombia.

Como el crecimiento es un fenómeno complejo, podría ser que, en un ambiente de menor conflicto, los factores que determinan el ritmo de adopción tecnológica sean más favorables y sea vea algún efecto sobre el crecimiento de largo plazo. (Otra cosa es que un programa de infraestructura pueda tener efectos de corto plazo, al estilo keynesiano, pero esta no es la afirmación del ministro ni el tema de la columna). Si la tasa de crecimiento aumentara en 0,5% por año, sería un logro notable y el impacto de largo plazo sería importante. Se trata de otro ejemplo de la magia del interés compuesto. Pero un efecto del tamaño que sugiere el ministro, que implicaría doblar la tasa de crecimiento per cápita de largo plazo, es inverosímil.

The Economist, en su última edición, señala que en América Latina se está registrando una deceleración mucho más repentina de lo que se esperaba. Las tasas de crecimiento en Chile y Perú son apenas la mitad de lo que fueron en 2013. Colombia no ha registrado una caída igual, pero va a ocurrir. Tiene los mismos cuellos de botella (educación de mala calidad, infraestructura deficiente, instituciones débiles) que afectan a la región y va a sufrir la misma destorcida por la caída en el precio de las materias primas. Volverá a registrar tasas de crecimiento del ingreso per cápita como las del pasado. Más vale prepararse para ello.

Como la paz tendría beneficios concretos, que no tienen que ver con la tasa de crecimiento económico, hay que preguntarse por qué insisten las autoridades en que la economía se transformará con un acuerdo de paz. Puede ser que sea una narrativa más fácil de entender. Puede ser que las personas prefieran beneficios cuantitativos (aunque sean imaginarios) que beneficios cualitativos.

Pero dada la enorme capacidad que tenemos los seres humanos de engañarnos a nosotros mismos y tomar decisiones con base en ilusiones, la insistencia en los efectos improbables de un acuerdo de paz puede tener efectos desafortunados, si el Gobierno asume compromisos basándose en el supuesto de que los ingresos tributarios van a crecer como resultado de una economía boyante. No la va a haber. Y distraería al Gobierno, que se debe preparar para tiempos más difíciles que los del pasado reciente.

 

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