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La destorcida anunciada

Eduardo Sarmiento
21 de noviembre de 2007 - 02:50 p. m.

A finales de 2006, en plena euforia de crecimiento asiático, sostuve la dicha que no era sostenible. A mediados del presente año señalé que el alza de las tasas de interés y la fuerte contracción de los agregados monetarios significarían una cuantiosa succión de la liquidez que afectaría seriamente la demanda. Más aún, anuncié que el crecimiento del PIB, que en ese momento superaba el 7%, caería en dos puntos en el último trimestre. Así lo confirma la destorcida de los índices de consumo de energía, producción industrial y ventas del comercio.

El Banco de la República no avanzó en un diagnóstico acertado sobre el comportamiento de la economía. No entendió por qué el producto crecía a altas tasas, la inflación aumentaba y la revaluación se acentuaba. De ninguna manera ese comportamiento podía explicarse por una expansión monetaria generada por condiciones internas, como sería el déficit fiscal. En realidad, la causa estaba en una entrada de capitales, que unas veces se manifestaba en expansión de los agregados monetarios y en otras en revaluación, y los dos factores en conjunto ampliaban la demanda y la actividad productiva.

A esto se adicionaba el círculo vicioso en el cual la revaluación inducía entradas de capitales y éstos profundizaban la revaluación. A la luz del principio fundamental de que los problemas se deben enfrentar donde se causan, recomendé desestimular los ingresos de capitales extendiendo los depósitos de divisas a todos los rubros e intervenir el mercado cambiario para revertir las expectativas de revaluación. De esa manera, se hubiera moderado la ampliación de la demanda y levantado el tipo de cambio; el menor crecimiento de un punto se habría logrado a cambio de hacerlo más sostenible.

La respuesta fue totalmente distinta. En una acción totalmente de palos de ciego se procedió a elevar las tasas de interés, suspender la intervención cambiaria de la compra de divisas y congelar el ahorro. Sin ningún conocimiento de causa, sin ninguna cuantificación, se procedió a extraerle a la economía más de dos billones de pesos de liquidez en un semestre.

El choque monetario no demoró en provocar el debilitamiento de la actividad productiva. El índice de aumento del consumo de energía eléctrica ha caído sistemáticamente en los últimos seis meses. El crecimiento de la producción industrial de las encuestas de la ANDI se desplomó a la mitad y lo mismo está sucediendo con un atraso en la del DANE. El aumento de la actividad del comercio al por menor está concentrada en más de la mitad en el sector automotor; las ventas de alimentos y farmacéuticos desciende; y las de prendas de vestir no avanzan. Lo único que mantiene la dinámica de la economía es la construcción tanto pública como privada.

Por otra parte, el alza de la tasa de interés acentuó y perpetuó la revaluación y amplió el desequilibrio cambiario. Hoy en día las condiciones cambiarias son mucho más vulnerables que hace seis meses.

La producción petrolera declina aceleradamente y no se divisan grandes hallazgos. Las exportaciones a Estados Unidos se desplomaron. Las importaciones crecen en términos reales cinco veces más que el producto nacional y el doble que las exportaciones. El balance de las divisas pende del espectacular aumento de las ventas a Venezuela, que no son sostenibles y en este momento se ven seriamente afectadas por las limitaciones a las importaciones de automóviles. Así, el déficit en cuenta corriente aumentó significativamente y al final del año llegará a 3% del PIB. Y si a esto se agrega la política de Estados Unidos de bajar la tasa de interés y promover la devaluación y el debilitamiento de la economía mundial, en el próximo año bien podría superar el 4,5% del PIB. Como consecuencia, la solvencia cambiaria del país está condicionada a la entrada de capitales especulativos para comprar empresas existentes, que a la larga sacan más de lo que ingresan.

El balance es lamentable. Los desaciertos monetarios tumbaron el crecimiento y lo tornaron más inestable. La tasa actual de 5% con revaluación tampoco es sostenible. El remedio resultó peor que la enfermedad.

El futuro no está despejado. El Banco de la República está asediado por el criterio de inflación objetivo que está totalmente desacreditado en el mundo. En virtud de las presiones inflacionarias ocasionadas por las alzas del petróleo y de los alimentos, el Banco de la República ha dejado entrever su propósito de subir la tasa de interés en la próxima sesión. Luego de que sus directivos se equivocaron al señalar que la política monetaria no afectaría el crecimiento económico, no tienen ninguna autoridad para actuar de esa manera. El país y el mundo requieren de otra teoría y otro modelo para controlar la inflación sin causar crisis financieras o cambiarias y precipitar el sistema en recesión.

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