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La economía en 2014

Eduardo Sarmiento
20 de diciembre de 2014 - 10:30 p. m.

La economía continúa en el proceso declinante de la actividad productiva que se anticipó al principio del año.

El modelo de crecimiento basado en la minería se vino abajo y está arrastrando al resto de la economía. De acuerdo con la información del tercer trimestre, el producto nacional entró en la fase de crecimiento cercana a 3% con visos a disminuir.

Aún más dicientes son las cifras sectoriales del tercer trimestre. La minería cayó 1% con respecto al mismo período del año anterior, la industria disminuyó 0,2% completando dos años en recesión y la agricultura sin café aumentó 2%. La construcción creció 11,2% y explica dos puntos porcentuales del incremento del PIB, pero no tiene ninguna posibilidad de sostenerse a la luz del retraso y el agotamiento del programa de inversión vial y el desinfle de la burbuja de la construcción de vivienda. En septiembre y octubre se frenó la expansión de cemento, se desplomaron las licencias de construcción y, según la información de la encuesta de hogares, el empleo del sector sólo aumentó 3,7%.

La gran pregunta es por qué las principales actividades productivas están paralizadas y al mismo tiempo el consumo creció 5% y las ventas al comercio, 10%. La explicación está en que el aumento del consumo proviene principalmente del mayor valor de las importaciones. Si el componente importado se sustrae, el crecimiento del consumo de bienes producidos domésticamente no pasa de 2%.

La economía está en un descuadre de balanza de pagos tan grave como la de 1999 y como la del euro. Si esta realidad no se reconoce y no se actúa en consecuencia, el país puede verse abocado a un estado de difícil retorno. El Gobierno y los organismos unilaterales ocultan el verdadero estado de la economía pintando cifras de crecimiento milagrosas de 5% para el próximo año.

El país no sólo está ante la ruptura del modelo de locomotoras escogidas a dedo, sino también ante el fracaso de la teoría del tipo de cambio flexible que inspiró el orden económico internacional y la macroeconomía nacional. Un desajuste tan grande de la balanza de pagos, como la que se creó por el alza de los precios del petróleo, la inversión extranjera, la revaluación y el desbordamiento de las importaciones no podían corregir los movimientos automáticos del mercado. El Banco de la República no ha debido dejar que el tipo de cambio llegara a un nivel tan bajo. El valor agregado nacional y el empleo formal se sustituyeron masivamente por las importaciones, los precios industriales y agrícolas se mantuvieron por encima de los internacionales y la producción se concentró en bienes no transables.

Tampoco podía darle rienda suelta al desplome del precio del petróleo y a la destorcida cambiaria. La devaluación en un principio determina un aumento del valor de los egresos de divisas mayor que el de los ingresos, lo que genera efectos contractivos, y luego se ve limitada por la baja sustitución de importaciones por la producción nacional. Lo más grave es que, en conjunto con el desplome de los precios del petróleo, induce expectativas desbordadas del tipo de cambio que acentúan las salidas de capitales, y ambas se refuerzan. La economía queda expuesta a una devaluación superior a los fundamentos, un enorme déficit en cuenta corriente que ocasiona serias fuerzas recesivas y alzas en los precios de los bienes transables que deprimen el salario real.

Las perspectivas son preocupantes. La oferta carece de sectores con capacidad de liderazgo y arrastre para impulsar la producción, la demanda agregada está expuesta a una cuantiosa contracción y la confluencia puede ocasionar una caída del crecimiento y el empleo de grandes dimensiones. Las causas del drama son el modelo de las locomotoras fallidas y la teoría de tipo de cambio flexible, y la solución es cambiarlo empezando por los aspectos más nocivos. Hay que intervenir en forma abierta el tipo de cambio, restaurar los aranceles de manera selectiva, limitar las entradas y salidas de inversión extranjera, suspender la regla fiscal y renegociar los TLC.

 

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