La economía en 2017

Santiago Montenegro
27 de febrero de 2017 - 10:09 p. m.

Muchas —demasiadas— personas no han entendido aún que la economía trata, entre otras cosas, de la asignación de recursos escasos entre agentes que quieren apropiárselos. Esos agentes son el gobierno central, los gobiernos regionales y, por supuesto, el sector privado, que está compuesto por los hogares y las empresas.

Muchas personas tampoco han entendido que, si uno de esos agentes gasta más de lo que tiene, alguien más tiene que ajustarse, financiándole dicho excedente de gasto o de déficit. En las economías abiertas, como la nuestra, los agentes nacionales pueden darse el lujo temporal de no ajustarse, como cuando el Gobierno gasta más de lo que tiene, acudiendo a recursos o ahorro del resto del mundo. Dicho ahorro neto que viene de fuera es lo que se llama déficit en cuenta corriente de la balanza de pagos y es igual al exceso del gasto sobre el ingreso total de la economía, o igual a la suma de los déficits de cada uno de los agentes nacionales.

En 2015, dicho déficit de cuenta corriente de la balanza de pagos llegó a la astronómica cifra de 6,5 % del PIB. Naturalmente, un déficit de este tamaño es insostenible y, tarde o temprano, es necesario ajustarlo a un nivel que sea sostenible en el tiempo. Lo que ha sucedido desde entonces, incluyendo la baja tasa de crecimiento del 2016, es resultado de dicho ajuste. El año pasado, el déficit en cuenta corriente terminó en 4,8 % del PIB, una caída de casi dos puntos, una cifra considerable y que ha resultado muy dolorosa. Infortunadamente, la carga de este ajuste ha recaído en el sector privado y en los entes territoriales. Porque, mientras el déficit en cuenta corriente cayó en casi dos puntos, el Gobierno central aumentó su propio déficit en casi un punto, lo que quiere decir que el resto de la economía tuvo que hacer un recorte de casi tres punto del PIB. Esto se ha reflejado en bajísimas tasas de crecimiento de la inversión y del consumo de los hogares y de las empresas.

Mucho me temo que el comportamiento de la economía en 2017 seguirá dominado por la necesidad de continuar con el ajuste del déficit externo y por un Gobierno central que expande sus gastos. Para que el déficit externo sea sostenible se requiere reducirlo hacia un 3 % del PIB, es decir, un ajuste de otros dos puntos. Entre tanto, para poder financiar el posconflicto, el Gobierno central planea incrementar su gasto, para lo cual está ya preparando una adición presupuestal, aunque no sabemos aún su magnitud. Según la contabilidad de las cuentas nacionales, esto quiere decir que tanto el sector privado (las empresas y los hogares) como los entes territoriales tendrán que seguir ajustando sus gastos para abrirle espacio al Gobierno central. La disputa que hemos visto con la sobretasa a la gasolina y el recorte a las regalías es una consecuencia de esta reasignación de los recursos. Entre tanto, el ajuste del sector privado vendrá con el mayor pago de impuestos por la reforma tributaria.

Salvo algo inesperado, como un repunte extraordinario del precio del petróleo, el comportamiento de la economía estará determinado como si fuera un juego de suma cero: si uno gasta, los otros tendrán que ajustarse. O, como dice la canción de Emiliano Zuleta: “me lleva él o me lo llevo yo.”

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