La falsa premisa de Donald Trump

Luis Carvajal Basto
05 de junio de 2017 - 02:00 a. m.

(De una falsa premisa a una falsa promesa)

Aunque le sirviera para ganar las elecciones no es cierto, ni demostrable, que  el desequilibrio comercial sea perjudicial para una nación. Menos, para el mundo. Mucho menos, para justificar el aislamiento de los Estados Unidos y su retiro del Acuerdo de París, una  condición mínima para nuestra supervivencia.

“El acuerdo de París es un mal negocio para los americanos y la acción de hoy (Al retirarse) trata de poner a los trabajadores estadounidenses primero”; “Como Presidente tengo una obligación y esta obligación es con el pueblo americano”; “América será grande otra vez”. Estas frases del presidente Trump no deberían sorprender a nadie. Ni siquiera al presidente Macron que ripostó: “hagamos el planeta grande, otra vez”. El retiro fue prometido en campaña y ratificado ahora. Nada raro, como anticipamos en nuestra columna de la semana anterior.

En la “disputa” entre el gobierno Trump y la Unión Europea, es significativo el caso de Alemania. La  falsa promesa del Presidente Trump, según la cual su país  recuperará los empleos perdidos al revertir unas “injustas” relaciones comerciales, encuentra origen reciente en el desbalance comercial  que “comienza” en 1991, año en que Alemania comienza a presentar superávit. Esa tendencia se ha mantenido hasta hoy. Ya en 2015 la balanza de pagos de Estados Unidos era deficitaria en 392.000 millones mientras la de Alemania, en la misma fecha, superavitaria en 280.000. Mientras las exportaciones, como porcentaje del PIB eran en 2015 de 12.5% en Estados Unidos, en Alemania eran un 46.7%. Su negativo comercial llegó a 750.000 millones en 2017. De la relación comercial con China, ni hablar.

El déficit comercial, sin embargo,  no logra demostrar que el comercio sea perjudicial para el bienestar de los Estados Unidos (Todos sus habitantes y no solo quienes perdieron empleos en la industria, consumen bienes más baratos y los empresarios aumentan sus ganancias) o para el mundo, aunque, como en la lógica matemática, una falsedad pueda implicar una verdad o una falsa premisa lleve a una falsa promesa.

En la última relocalización mundial de la producción, en la globalización, muchas empresas norteamericanas y europeas trasladaron sus plantas de producción a países como los citados o como México. Pero ello no ocurrió en desmedro de las empresas, en general, o los trabajadores, en particular. La economía norteamericana se transformó, al punto que en 2016 el sector servicios aportó el 79% de su PIB mientras la industria solo el 19%. 750 millardos de dólares valen hoy sus exportaciones de servicios, sector en el que mantiene un amplio superávit. La capacidad de presión de las industrias que financian las campañas republicanas al congreso (un 80% se ha calculado), están en el trasfondo de la posición Trump, aunque no sean mayoritarias, hoy, en esa economía.

El principio de especialización, no podemos olvidarlo, está en el origen del progreso de la Humanidad. Desde el punto de vista teórico la ventaja comparativa, el modelo  de David Ricardo, sigue siendo imbatible. Desarrollos posteriores, como el teorema Heckscher-Ohlin,  explican que no resulta necesario trasladar los factores de producción de los países para obtener resultados como la igualación, última, y beneficiosa consecuencia. No es necesario, como intenta inútilmente Paul Krugman la semana anterior (Ver aquí) , encontrar una nueva teoría de los desequilibrios comerciales para explicar los beneficios del comercio, cosa que se ha hecho dos siglos atrás.

La pérdida de importancia de la agricultura (apenas 1.2%), y por qué no de la industria (Apenas 19%), en el PIB de los Estados Unidos, puede explicarse mejor con la Ley de Engel, haciendo una hipotética extensión, según la cual a medida que aumenta el ingreso la parte  “gastada” en alimentos(extensión exploratoria a la manufactura) disminuye.

Pero la teoría económica no considera, tan adecuadamente, los  hechos políticos; la dependencia de la economía  a un juego irracional y no a algún tipo de modelo o razón. En política dos más dos no suman 4.

El supuesto del Presidente Trump fue un argumento  suficiente para seducir a un electorado de sectores deprimidos con una promesa de retorno al pasado. Pero no es tan sólido desde el punto de vista de la teoría económica, habiendo demostrado que es impracticable desde el punto de vista pragmático. No, al menos, sin una imposición que el mundo, incluyendo la mayoría de los norteamericanos, no parece dispuesto a aceptar.

@herejesyluis

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