No sé cómo calificar o tal vez no exista calificativo para esta sensación horripilante al leer el artículo (“El que esté libre de pecado...”, El Espectador, mayo 24/15) relacionado con la forma aberrante, vulgar, inhumana, catastrófica de hacer política en el país (y seguro en otros países, pero el que me duele es este).
Y la frase de León Valencia al final me recuerda aquella de la inherencia de la corrupción en los humanos, aunque claro, con garrafales diferencias de origen, y me lleva a opinar que los políticos, contratistas y todos los que conforman esa casta inmunda y despreciable de lo público y también algunos en lo privado (Maldonado, Ortiz, etc.) carecen de humildad y despilfarran arrogancia y han llegado a tal punto de descaro y cinismo que siempre encuentran una justificación “filosófica” para sus pervertidos y monstruosos actos.
En conclusión, para ese detestable conglomerado, ¿todos nos debemos hacer los pendejos y robar y delinquir sin compasión ni reflexión?
Para eso existe un Estado lleno de caudales para exprimir y exprimir...Ayyyy...
Al menos me desahogo, porque el dolor por mi amada Colombia no cesa. No puedo ni hacer duelo, el dolor no cede, crece y crece y crece como diría el ejemplar del western cordobés....
Pilar Avella Salazar.
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