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La guerra, a punto de triunfar

Cecilia Orozco Tascón
08 de julio de 2015 - 03:22 a. m.

Fue extraña aunque bien lograda —gracias al buen ejercicio profesional de Juan Gossaín—, la fórmula que encontró el Gobierno para salvar las negociaciones con las Farc, al menos temporalmente: una entrevista con notables revelaciones, no para un medio específico —que en el caso de Gossaín debería haber sido enviada a El Tiempo—, sino para toda la prensa colombiana incluida la escrita, la radial y la televisiva con los formatos que cada una de ellas requería.

Fue extraña porque la condición que puso la Casa de Nariño en cuanto a que las declaraciones de Humberto de la Calle al exdirector de una cadena radial fueran distribuidas por la Presidencia de la República, ha podido salir muy mal por la sospecha de que su contenido estuviera contaminado con tinte oficialista. Pero, reitero, sus resultados tuvieron la credibilidad del periodista y consiguieron el efecto que se buscaba con el fin de que los dos lados contaran con unos días de reflexión y, el Gobierno, con un respiro político antes de tener que tomar la decisión de romper las conversaciones y levantarse de la mesa.

Claramente, de la Calle quería advertir, por primera vez en público, que el margen de maniobra del Ejecutivo para continuar en La Habana se estrecha. Y así es, acéptenlo o no los jefes de las Farc quienes se empecinan en presuponer que detrás de cada noticia, comentario, análisis, encuesta o crítica hay un montaje mediático y no una realidad aplastante la cual, de paso, ellos mismos podrían constatar con los colombianos del común, siempre y cuando no coarten su libertad de expresión con armas y amenazas. Pero, del otro lado, De la Calle no transmitió un ultimátum, pese a la torpeza de la guerrilla con sus ataques a los más pobres, y a la presión de los derechistas para que las fuerzas militares escalaran las tensiones al punto de no retorno. Increíble pero cierto: las Farc sirviéndoles a los fines de la ultraderecha.

De todas formas, hay una rendija visible. De la Calle debió calcular el calibre de dos de sus afirmaciones para dejarles espacio de acción a las guerrillas si se firma el acuerdo: “que el Estado y el país abran sus mentes –con generosidad– a la participación de las Farc como partido desarmado” y “que entren, con garantías, a hacer política en medio del respeto de los colombianos”. Mucha agua deberá correr antes bajo el puente para que sea posible que prime el respeto y ceda el odio de los ilegales de allá y de quienes incentivan la guerra acá, entre estos, los que difunden sus peroratas incendiarias cada día por las ondas radiales. Hay que admitir –y lo haré aunque me lluevan rayos y centellas— que alguna razón le cabe al vocero Márquez cuando asegura que “no supieron valorar el cese unilateral del fuego”. Cierto: no quisimos darnos cuenta de que la violencia bajó a niveles casi de cero, en unas regiones del país. Los que empujaron al Ejército a atacar durante el periodo de cese, ahora, cuando consiguieron la reactivación del belicismo, lo empujan a que escale más el fuego con el argumento de que del otro lado hubo respuesta como si esta no fuera previsible. Los que piden guerra y más guerra están a punto de triunfar.

Entre paréntesis.- Detrás de cada misógino (odio a las mujeres) existe un hombre temeroso de aceptar sus inclinaciones sexuales por respetables que estas sean, dicen los estudiosos de ese fenómeno. No hay disculpa para que nadie, y mucho menos personas con responsabilidades públicas, insulten a sus opositores políticos o ideológicos violando su derecho a la intimidad. Senador José Obdulio Gaviria, qué mal parado quedó usted con sus ataques bajos, desmedidos e inconstitucionales, a la ministra Parody. Su actitud es, simplemente, despreciable. Tal vez, usted también lo es.

 

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