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La implosión de Venezuela

Luis Carlos Vélez
24 de febrero de 2014 - 02:00 a. m.

Juan Carrasco le contó al diario El Mundo de España que funcionarios de la Guardia Nacional Venezolana lo detuvieron durante las manifestaciones contra el presidente Nicolás Maduro de la semana pasada.

Asegura que lo amenazaron con un perro al que le gritaban que lo mordiera, mientras lo insultaban y le introducían un fusil por el ano. Jorchual Gregory le dijo al diario El Nacional de Caracas que durante esas mismas protestas, los militares lo tiraron al piso y le pegaron patadas en la cabeza. Luego lo acercaron a un árbol, dice, y le pegaron con la parte de atrás de sus armas.

Las imágenes de lo ocurrido el miércoles por la noche en la capital venezolana son terroríficas. Mientras las fuerzas del orden se enfrentaban con los manifestantes, centenares de motociclistas vestidos de negro sembraban el terror en la capital. Llegaban en multitud, armados con pistolas y palos a romper los vidrios de las casas, de los carros, de los comercios, y a disparar contra los edificios de apartamentos desde donde sus habitantes los filmaban con teléfonos móviles y los insultaban.

Tras ese episodio, el miedo se ha apoderado de los manifestantes en Caracas. Se reúnen en algunos sitios de la ciudad y cuando ven a la Policía o a la Guardia Nacional corren y buscan refugio dejando llantas quemadas y algunas barricadas en las calles.

¿Hasta dónde llegará esta situación? Es difícil calcularlo. Mientras la oposición considera que todas estas escenas son una demostración de la represión que se vive en el país y del castigo por pensar distinto, el oficialismo considera que, salvo algunas excepciones, la fuerza pública sólo está trabajando para mantener el orden en el país y que la oposición está alimentando un golpe de Estado financiado por el expresidente colombiano Álvaro Uribe y el gobierno de EE.UU.

El problema es que esta nación está dividida casi en partes iguales. Así lo han demostrado las elecciones locales en repetidas oportunidades durante los últimos 16 años. Cada una de las partes se siente legítima, atropellada o amenazada, y en lo único que parecen coincidir es que en Venezuela sólo hay espacio para una visión, por lo que la otra debe ser eliminada. Esa pelea, que cada vez toca más la vida diaria de los venezolanos, ha llevado a que todos tomen partido y a que, por lo tanto, lo único que se esté cocinando sea una implosión. Una implosión que el mundo ve plácidamente por TV.

 

Luis Carlos Vélez, Director Noticias Caracol

 

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