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La justicia atrapada y los caballeros del derecho

Cecilia Orozco Tascón
24 de junio de 2015 - 02:36 a. m.

Hay muchas formas de intimidar, no solo la amenaza burda y torpe. Existen maneras más sofisticadas como las que emplean, por ejemplo, los caballeros del derecho.

Sus métodos son tan rastreros como los del asaltante de callejón aunque estén envueltos en ropas menos obvias que una capucha o un pasamontañas. Y producen el mismo efecto de temor, por “las consecuencias” jurídicas o profesionales o económicas —o las tres al tiempo— que sufren quienes no respondan a las circunstancias. Así reprimen a los denunciantes e inhiben a los correctos quienes aún siéndolo y deseando revelar verdades, no disponen del carácter para enfrentarlos. Son los representantes de una nueva clase de poder judicial, que se para en el límite, con frecuencia corridos sus linderos, de la legalidad.

El caso Pretelt no solo ha puesto a prueba la legitimidad de la Corte Constitucional y de sus miembros no culpables: sí complacientes o silenciados por miedo. También la de la Procuraduría que se ha erigido en su apoderada, en evidente abuso de su función pública, según se deduce de las declaraciones de Ordóñez y de la atropelladora viceprocuradora que no ha hecho sino amedrentar al investigador del magistrado; la de la Fiscalía, que le adelanta proceso penal a Víctor Pacheco, el hombre que contó que Pretelt le pidió $500 millones por un fallo de tutela y que, de otro lado, inició indagación contra la propia Procuraduría ; la de la Comisión de Acusación, cuestionada por el círculo de Pretelt dizque por actuar, no obstante que la mayor objeción contra ella es que nunca lo hizo; la de las otras cortes, calladas ante semejante escándalo como si no fuera con ellas; en fin, el sistema de justicia entero.

La inmensa capacidad de Pretelt de mover los hilos invisibles del entramado estatal, bien porque grita y gritando acobarda a quienes lo escuchan; bien porque tiene amigos conservadores y uribistas que son su aliados por razones partidistas y en contra de la ética pública; bien porque apela al regionalismo costeño; bien porque manipula medios o periodistas; bien por su mala fama que acalla a quienes podrían aportar datos sobre él, ha dejado en evidencia la fragilidad de las instituciones, deleznables ante sus demostraciones de macho mexicano dispuesto a darse tiros con el que se le enfrente. Ahora, por el fiscal que investiga al abogado Pacheco, se confirma que Alberto Rojas Ríos, otro sujeto investido con la toga del tribunal constitucional gracias a una cuestionable decisión del Consejo de Estado, permitió dos visitas, a su despacho, del supuesto sobornador. Se sabe también que Rojas, sí señor, el de la viuda timada a la que nadie le quiso dar importancia salvo unos periodistas, seleccionó la tutela de los $500 millones. Y que el día que Rojas la escogió, Pacheco recibió un cheque de $152 millones ¡Qué hondo ha caído Colombia!

Y a propósito, el Consejo de Estado es tan vergonzoso como las demás cortes ¿Conocieron en Noticias Uno cómo hizo la defensa de la reelección de Ordoñez el magistrado Marco Antonio Velilla quien, claro, no le hace ningún honor a su condición de juez? Les transcribo frases de este otro espécimen de la justicia contra una colega suya a quien insulta por tener opinión jurídica diferente, en el caso Ordóñez: “su ineficiencia, su desconocimiento del derecho completo… sus innumerables torpezas, su ignorancia…(en cambio) yo sí se de derecho”. Y contra otro compañero que también propuso tumbar la reelección del procurador: “en la torpeza de quien no ha ejercido tanto la profesión…gente tan ignorante” ¿resistirá Velilla un examen de su conducta? ¿Lo resisten Pretelt, Rojas, Pacheco y los apoderados de Pretelt? Ay país, te atraparon los caballeros del derecho.

 

 

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