Entre líneas

La legión de los cazadores de sueños

Juliana Muñoz Toro
30 de junio de 2017 - 07:08 p. m.

Quiero pensar que en la plaza principal de algún lugar del mundo, justo al frente de una pastelería, como sugiere el autor, dos solitarios sujetos que han pasado demasiado tiempo leyendo el Diccionario jázaro (Editorial Anagrama) se encontrarán para hablar de un pueblo imaginario y encontrar juntos, tal vez abrazados sobre una bicicleta, las pocas líneas que diferencian el ejemplar femenino y el masculino del mismo libro.

Cómo más hablarles de este clásico del escritor serbio Milorad Pavic que con una historia dentro de otra historia. De hecho, está dividido en tres libros: el de origen cristiano, el islámico y el hebraico, pues se dice que los jázaros fueron obligados a convertirse y a olvidar su lengua. Cada palabra que compone el diccionario habla de un personaje o una clave para adentrarse en los misterios de este pueblo que reinó en algún lugar de los Balcanes, más allá de las montañas, entre los siglos VII y X.

Dije imaginario porque los eventos que aquí se relatan salen del ingenio de Pavic, autor que en vida estuvo cerca del Nobel, y por un momento me hicieron creer en la existencia de los cazadores de sueños, el tiempo que sólo existe en el espacio, el mensajero llamado “el gran pergamino”, porque tenía la historia jázara tatuada en la piel, y los dos amantes que se mandan cartas en el caparazón de una tortuga.

Este diccionario poético, que puede ser leído al azar, parece tener una respuesta a las preguntas más profundas. Somos, de cierta forma, ese pueblo a punto de perderse, gente pequeña que sobrevive al poder y a los grandes cultos. Me pregunté, por ejemplo, cómo alcanzar la felicidad y en uno de los cuentos leí: “¿por qué siempre es tan extenuante y fatigoso ser feliz? (…)

Estoy tranquila desde que ya no soy feliz”. ¿Nos debe preocupar lo que hagamos ante los ojos de un dios?: “Dios no tiene la menor idea de ti; él no sólo no ve tus actos, sino tampoco tus pensamientos y tanto menos tus intenciones”. ¿Moriré de un mal de amor?: “Toda herida es un nuevo corazón que late por sí mismo”.

Pero ese fue mi juego. El lector filósofo encontrará un tratado sobre el tiempo y el subconsciente (“el sueño es un final cotidiano de la vida, un pequeño ensayo de muerte”), el analítico encontrará acertijos, etimología y ciencia, y el amante dirá: háblame, que tu silencio parece de tres días de profundidad, mírame y que “tu mirada se detenga en mí en el momento en que me sienta preparada, porque ninguno de nosotros es bello y sabio los siete días de la semana”, quédate, que la noche es “tan breve que dos hombres podían haberse dado la mano estando uno en el martes y otro en el miércoles”.

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