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La nueva fiscal general

Ernesto Yamhure
09 de diciembre de 2010 - 02:24 a. m.

LA ELECCIÓN DE VIVIANE MORALES como nueva fiscal general de la Nación dejó descrestado a más de uno.

Había quienes creían que la Corte no aceptaría la terna presentada por Juan Manuel Santos, sosteniendo que era inválida por cuanto el deber de postulación ya estaba cumplido, tesis que no prosperó.

Respecto de la última terna, todos los ojos estaban concentrados en Juan Carlos Esguerra y Carlos Gustavo Arrieta. Se especulaba que la pugna sería entre ellos dos.

Grande la sorpresa que se llevaron en la madrugada del jueves pasado, cuando se anunció que la mayoría de la Corte había depositado su voto a favor de Viviane Morales.

Sus críticos se han concentrado en episodios políticos del pasado que ya hacen parte de la historia. Ella, como congresista, actuó de acuerdo con los dictados de su conciencia. Si Morales fuera una mujer débil, no me cabe la menor duda de que durante el juicio a Ernesto Samper se habría dejado encantar por una opinión pública que mayoritariamente pedía la condena del ex presidente.

Según su criterio, no había pruebas que demostraran la culpabilidad del investigado y actuó en consecuencia. Independientemente de las valoraciones políticas que quepan sobre el particular —yo creo que el paso de Samper por el gobierno fue tremendamente malo—, eso demuestra que la nueva fiscal general es una mujer con carácter y criterio definidos. Aquello es fundamental para quien tenga en sus manos la responsabilidad de administrar la justicia de un país.

Una vez elegida, le concedió una formidable entrevista al programa La hora de la verdad, que dirige el ex ministro Fernando Londoño Hoyos. Allí aseguró que en todas sus actuaciones mirará a Dios a los ojos.

Esa es no es una afirmación de poca monta. Es una prenda de colosal valor. Quienes viven con apego a Dios comprenden la magnitud de las palabras pronunciadas por la nueva fiscal.

Cuánta falta le hace a nuestro país que sus dirigentes actúen bajo la égida de Dios. Al registrar escándalos de corrupción como el de Bogotá, donde en los últimos tres años se lo han robado casi todo, o vemos la indolencia de algunos encopetados miembros del Gobierno nacional frente al drama de millones de compatriotas damnificados por el invierno, confirmamos con tristeza el desapego de esas personas por los elementales principios religiosos que históricamente han primado en nuestra sociedad.

Una vez posesionada la nueva fiscal, Colombia tendrá en sus organismos de control y en su Fiscalía a personas intachables. El procurador Alejandro Ordóñez, la contralora Morelli y Viviane Morales harán un trabajo estupendo cuyos resultados veremos y aplaudiremos en el corto plazo.

El nuestro es un país especializado en condenar a priori a sus funcionarios. Cuando el Senado eligió a Alejandro Ordóñez, de una vez lo fueron encasillando y calificando con los peores adjetivos posibles. En los dos años que lleva en el Ministerio Público ha dado sobradas muestras de independencia, seriedad y, sobre todo, ponderación.

A la nueva fiscal hay que dejarla actuar, concediéndole un muy buen compás de espera. Llegará a una entidad que lleva un año y medio en interinidad y por grande que haya sido el esfuerzo del doctor Mendoza Diago para evitar una parálisis en la Fiscalía, no significa que ésta no pase por un mal momento en materia de congestión de procesos.

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La tragedia de Bello, donde murieron decenas de personas de escasos recursos, entristece esta época de fin de año. Nos corresponde solidarizarnos con ellos. Por eso, me parece maravillosa la decisión que han tomado muchas empresas de cancelar las fiestas de fin de año y enviar ese dinero para atender las necesidades inmediatas de los damnificados.

 

 

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