La OEA y los parias

Juan David Ochoa
29 de abril de 2017 - 02:00 a. m.

Un escándalo estalla por los primeros pasos de Venezuela en su renuncia ante la OEA: la Organización de los Estados Americanos que funge desde 1948 como foro político para la toma de decisiones prácticas y por la integración pacífica de sus suscritos. La noticia es interpretada como un autogolpe más entre el panorama internacional contra su imagen y su evolución represiva, pero el contexto y el marco de la diplomacia y sus esquemas, también burocráticos desde sus inicios de cenicienta ejecutiva y cándida, están muy distantes de la complejidad central que sacude todas sus esquirlas en Caracas.

No tendrá grandes efectos la renuncia de un país sumido en la catástrofe y en la soberbia de su sostenimiento contra todas las denuncias. En sus 69 años de existencia, la OEA ha sido un absoluto fracaso en sus intentos de regulación a los caudillos o ejércitos que quisieron hacer del continente sus emporios de megalomanía y persecución sin límites ni ley. Desde las intervenciones del macartismo en su caza de brujas por el Cono Sur, hasta las hegemonías militaristas que dejaban soltar cuerpos desde aviones sobre el mar para acabar con todas las voces incómodas.

Así que en términos prácticos no hay tal efectividad diplomática —o con diplomacia, sí, pero ineficiente—, ni repercute en el aislamiento real de un país paria que ha decidido transgredir los intereses firmados en la fundación de ese conjunto de paradigmas. Nada le pasó a Cuba desde su expulsión hace 54 años, a excepción del embargo creado por obra y gracia exclusiva de los intereses de EE. UU. Y nada ha sucedido nunca cuando la diplomacia quiere hacer algo contra la practicidad de la violencia, como nunca ha podido hacer mucho un mediador contra un tirano cuando la franja de los excesos se desborda. Las amenazas de exclusión son paños tibios entre hemisferios que cuentan con sus propias sectas y aliados estratégicos por cada ideología. Venezuela cuenta con la sombra de China, a quien le debe tres vidas en favores vitales, y con Rusia, a quien le debe el armamento y el sustento paradigmático de las viejas glorias de influencia.

Y por más que el tiempo corra en la diligencia de su renuncia, sucederán dos años para que el efecto de su exclusión sea legítimo, una maraña más entre las burocracias del papeleo de las políticas tibias. Mientras tanto Venezuela quedará más cerca del trecho que definirá su explosión definitiva o su improvisación sobre el disimulo democrático, que se verá atormentado por las crecientes bandas paramilitares que le darán más desnudez al régimen.

P.D.: Las Farc, en busca de un posicionamiento político después de 60 años, elogian y defienden el gobierno de Nicolás Maduro contra todas las evidencias. Está muy bien que escalen en la política sin los tiros mamertos de una guerra perdida, pero parece que desean continuar en la derrota profunda defendiendo lo indefendible, fuera de contexto y de lugar, como lo estuvieron las últimas décadas entre la selva, sin sospechar las dimensiones de un pronunciamiento a escala nacional con los micrófonos abiertos.

 

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